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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

Sábado 15 del tiempo ordinario
1ª Lectura (Miq 2,1-5): ¡Ay de los que meditan maldades, traman iniquidades en sus camas; al amanecer las cumplen, porque tienen el poder! Codician los campos y los roban, las casas, y se apoderan de ellas; oprimen al hombre y a su casa, al varón y a sus posesiones. Por eso, dice el Señor: «Mirad, yo medito una desgracia contra esa familia. No lograréis apartar el cuello de ella, no podréis caminar erguidos, porque será un tiempo calamitoso. Aquel día entonarán contra vosotros una sátira, cantarán una elegía: ‘Han acabado con nosotros, venden la heredad de mi pueblo; nadie lo impedía, reparten a extraños nuestra tierra’. Nadie os sortea los lotes en la asamblea del Señor».
Salmo responsorial: 9
R/. No te olvides de los humildes, Señor.
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento del aprieto? La soberbia del impío oprime al infeliz y lo enreda en las intrigas que ha tramado.

El malvado se gloría de su ambición, el codicioso blasfema y desprecia al Señor. El malvado dice con insolencia: «No hay Dios que me pida cuentas».

Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de fraudes; su lengua encubre maldad y opresión; en el zaguán se sienta al acecho para matar a escondidas al inocente.

Pero tú ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos. A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano.
Versículo antes del Evangelio (2Cor 5,19): Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 12,14-21): En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Él para ver cómo eliminarle. Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza».

«Los curó a todos»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)

Hoy encontramos un doble mensaje. Por un lado, Jesús nos llama con una bella invitación a seguirlo: «Le siguieron muchos y los curó a todos» (Mt 12,15). Si le seguimos encontraremos remedio a las dificultades del camino, como se nos recordaba hace poco: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Por otro lado, se nos muestra el valor del amor manso: «No disputará ni gritará» (Mt 12,19).

Él sabe que estamos agobiados y cansados por el peso de nuestras debilidades físicas y de carácter... y por esta cruz inesperada que nos ha visitado con toda su crudeza, por las desavenencias, los desengaños, las tristezas. De hecho, «se confabularon contra Él para ver cómo eliminarle» (Mt 12,14). y... nosotros que sabemos que el discípulo no es más que el maestro (cf. Mt 10,24), hemos de ser conscientes de que también tendremos que sufrir incomprensión y persecución.

Todo ello constituye un fajo que pesa encima de nosotros, un fardo que nos doblega. Y sentimos como si Jesús nos dijera: «Deja tu fardo a mis pies, yo me ocuparé de él; dame este peso que te agobia, yo te lo llevaré; descárgate de tus preocupaciones y dámelas a mí...».

Es curioso: Jesús nos invita a dejar nuestro peso, pero nos ofrece otro: su yugo, con la promesa, eso sí, de que es suave y ligero. Nos quiere enseñar que no podemos ir por el mundo sin ningún peso. Una carga u otra la hemos de llevar. Pero que no sea nuestro fardo lleno de materialidad; que sea su peso que no agobia.

En África, las madres y hermanas mayores llevan a los pequeños en la espalda. Una vez, un misionero vio a una niña que llevaba a su hermanito... Le dice: «¿No crees que es un peso demasiado grande para ti?». Ella respondió sin pensárselo: «No es un peso, es mi hermanito y le amo». El amor, el yugo de Jesús, no sólo no es pesado, sino que nos libera de todo aquello que nos agobia.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás. Y, al no poderse excusar a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás» (San Agustín)

  • «Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre ‘se despojó’, se anonadó a sí mismo, se ha asemejado plenamente a los hombres, excepto en el pecado, de modo que se comporta como un servidor dedicado al servicio de los demás» (Benedicto XVI)

  • «Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42,1-9). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican, así, cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra ‘condición de esclavos’ (Flp 2,7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 713)