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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

16 de octubre: Santa Margarita Mª de Alacoque, virgen
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Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, en santa Margarita Mª de Alacoque (1647-1690), vemos cumplidas las palabras de Jesús: «Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25). ¿Cuáles son “estas cosas” que menciona el Señor? Las riquezas de Dios, la hondura y ternura del Amor Divino. Santa Margarita ha sido uno de esos “instrumentos” que Dios ha escogido para revelarnos las maravillas de su Amor misericordioso.

Apenas han transcurrido tres siglos desde aquellos tiempos, y el riachuelo de la devoción al Corazón Misericordioso de Jesús ha crecido hasta convertirse en un río caudaloso. Otros “afluentes” se han unido a ese río (santa Gemma Galgani, santa Faustina Kowalska, san Pío de Pietrelcina…), y Dios quiera que todo ese caudal llegue a ser un mar, o —mejor— un océano que inunde el mundo entero. De hecho, la Iglesia de Cristo vive ya inmersa en una “nueva etapa”: el tiempo de la Misericordia, una etapa que ya no terminará. Con santa Margarita acabó llegando la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y, gracias a las revelaciones a santa Faustina, se estableció el Domingo de la Divina Misericordia.

Los “sabios e inteligentes” contemporáneos de Jesucristo no apreciaron su Belleza, ni la de su Corazón sediento de amor. Herodes, Pilatos, Caifás…, cegados por su altanería, despreciaron al Señor y se burlaron de Él. Mientras tanto, Simón de Cirene —humillado a ayudar a un condenado— oía el bondadoso latir del Corazón de Jesús y Dimas escuchaba la misericordiosa oración que salía de los labios de Cristo en súplica por sus detractores… Ambos, cerca del corazón y de los labios de Jesucristo, descubrieron su Amor. Esa revelación primigenia se completaría con el testimonio de san Juan —acompañando a la Virgen María— al pie de la Cruz (cf. Jn 19,31-37). Esos tesoros sólo se entrevén junto a la Cruz: «Dios mío, hago o sufro tal cosa en el Corazón de tu Hijo y según sus santos designios, y os lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras» (Santa Margarita).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Recuerda que la perfección consiste en conformar la vida y las acciones totalmente a las virtudes sagradas del Corazón de Jesús, especialmente su paciencia, su mansedumbre, su humildad y su caridad» (Santa Margarita Mª de Alacoque)

  • «En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos revela y entrega toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios» (Benedicto XVI)

  • «La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.669)