Nuestra página utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario y le recomendamos aceptar su uso para aprovechar plenamente la navegación

Temas evangeli.net

¡El tránsito a un nuevo tiempo! La Divina Misericordia

  1. La palabra de la Madre de Dios
    1. Garabandal: el rostro de una Madre maravillosa
      1. ¿Qué veían los observadores externos?

1o) Los testimonios son sobreabundantes. Sería faltar al sentido común —sería un ilícito prejuicio— negar las descripciones externas de los hechos visualizados y testificados por muchas personas (muchas de ellas, gente de renombre, sacerdotes, religiosos y médicos de prestigio, etc.). Muchas personas —aparte de las mismas videntes— respondieron con muchísima piedad y espíritu de sacrificio (desafortunadamente, junto a la mucha piedad de un buen grupo de gente, había la curiosidad y actitud “morbosa” de muchos otros).

2o) Los hechos que no tienen explicación simplemente natural: éxtasis, y éxtasis con movimientos sincronizados por parte de las videntes; marchas extáticas de las videntes que la gente no podía seguir; la capacidad de las videntes de leer las conciencias de otras personas en algunas ocasiones; la actitud de exigente oración y sacrificio penitente de las jóvenes videntes, y un largo etcétera. No tiene explicación humana el grado de madurez espiritual adquirido por unas “niñas” (de cultura muy sencilla y muy básica) de un pueblo perdido entre las montañas.

3o) «Señor, qué bien estamos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas…» (Mt 17,4). Las videntes en éxtasis no estaban en estado glorioso, pero —de alguna manera— estaban fuera de las coordenadas de espacio y tiempo (podríamos decir, se situaban como en un estadio intermedio entre el Cielo y la Tierra).

Es interesante prestar atención ahí, ya que esto nos puede ayudar a valorar en la justa medida las “preocupaciones” por el cuerpo y por las cosas materiales aquí en la Tierra, y estimular la recta esperanza escatológica:

a) Sus rostros se trasformaban: adquirían una expresión de gran belleza y de gran felicidad (felicidad que contagiaban a quienes las observaban).

b) Sus cuerpos extasiados no obedecían a las leyes físicas normales entre nosotros: no se cansaban durante los largos éxtasis mantenidos en posición “incómoda” (siempre con la mirada hacia arriba, mirando a la Aparición —que nadie más veía); se desplazaban todas a la vez a gran velocidad (muchas veces haciendo marcha atrás, y la gente no las podía seguir), y nunca tropezaron.

A veces, se desplazaban arrodilladas o como sentadas en el suelo: era como si fueran “flotando” a ras de suelo. En verano —con el calor— no sudaban con tantos movimientos ni tampoco se aceleraba el pulso ni el ritmo del corazón. Si llovía, durante los éxtasis sus cuerpos no se mojaban (mientras que el resto de la gente iba empapada). Si era invierno, podían pasar horas arrodilladas sobre la nieve rezando sin resfriarse: no les bajaba la temperatura (mientras que el resto de la gente apenas podía soportar el frío).

c) Ellas no eran conscientes de su “nueva situación” física ni veían el panorama ni la gente que las rodeaba: para ellas —durante el éxtasis— había mucha claridad, mucha luz (aunque fuera de noche); si las tocaban o las pinchaban no lo notaban.

d) Durante los éxtasis sus cuerpos adquirían una propiedad de agilidad: no pesaban. Pero esto sólo para ellas: los hombres más fuertes del pueblo no podían levantarlas (por ejemplo, si estaban sentadas durante el éxtasis); pero entre ellas se levantaban o se alzaban unas a otras con total facilidad (por ejemplo, cuando querían dar o recibir dos besos a la Madre de Dios y Ella estaba más elevada: se ayudaban mutuamente a elevarse sin el más mínimo esfuerzo).

e) En los éxtasis sus cuerpos quedaban aislados (incomunicados) de la gente y de las cosas que las rodeaban: no había manera de moverlas o de hacerlas cambiar de posición, pero… había una excepción: si una de las videntes habituales no estaba en éxtasis, mientras lo estaban las otras, ésta sí que podía “interferir” con las extasiadas (podía moverlas, cambiarlas de posición, etc.).

f) En cuanto al tiempo, también las videntes vivían una percepción distinta de quienes las observaban: un par de horas, para ellas era un par de minutos. La Virgen María las avisaba: —Ya ha pasado tanto tiempo… ¡Y no se lo creían!

4o) Ya se ha dicho, y lo repetimos: la motivación / intención de los hechos es de lo más noble: una llamada a la conversión de TODO EL MUNDO. ¡No se observa ningún otro interés! (Ampliación: La oración de María).

< Anterior Siguiente >