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Estimado/a amigo/a:

Inauguramos una serie de newsletters destinados a ilustrar brevemente —a lo largo del curso— los Misterios del Rosario: son momentos estelares —“flashes”— del paso del Señor por este mundo. El beato papa Pablo VI los definió como «un compendio de la vida de Cristo».

Comenzamos por los Misterios Luminosos; a partir de diciembre, los Gozosos; entre Cuaresma y Semana Santa, los Misterios de Dolor; y, finalmente, en Pascua, los de Gloria. Algunos links que insertamos sirven opcionalmente para ampliar estas reflexiones (mediante comentarios de evangeli.net).

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“El Bautismo del Señor en el río Jordán” marca el inicio del ministerio público de Jesucristo. Destacamos 3 consideraciones:

 

1ª) «Llegó Jesús desde Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan» (Mt 3,13). Jesús es Dios y desea “ser bautizado”. ¡Sorpresa! ¿No será que nosotros necesitamos “ser bautizados”, es decir, ser perdonados y auxiliados por Dios una y otra vez? Quizás estamos demasiado acostumbrados a “ir por libre”, como si de nadie ni de nada necesitáramos. El cristiano no permanece solo, aislado: cada cristiano es “acompañado por” otros y, a la vez, “acompaña a” otros. ¡Cristo nunca marchó solo! No en vano Él fundó su familia, su comunidad (la Iglesia).

 

2ª) «Bautizado Jesús, salió del agua: en esto los cielos se abrieron» (Mt 3,16). Tanto se abrieron que «se oyó una voz del cielo (…)» (Lc 3,22): el Padre habla. Dios siempre ha deseado establecer un diálogo con los hombres. Pero en aquel momento —al “abrirse los cielos”— se inauguró un “hilo directo” con Dios: el cielo se nos acerca más y más, pues ya somos hijos de Dios.

«Al ver el cielo (…) y las estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él?» (Sal 8,4-5). ¡Buena pregunta! Se calcula que en el universo hay entre 1 y 2 billones de galaxias, albergando cada una de ellas entre 200 y 400 mil millones de estrellas... En fin, ¡que no somos nada! Y, sin embargo, un solo pensamiento humano vale más que todo el cosmos material… No digamos ya si se trata de un pensamiento dirigido al Padre del cielo. La oración del hijo de Dios es lo más precioso; ¡nada vale tanto como saberse hijo de Dios!

 

3ª) «Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29): palabras con las que Juan Bautista presentó a Jesucristo. ¿Cuántos corderos ya había sacrificado Israel para expiar los pecados? ¡Incontables! (entre David y Salomón ya se contaban por miles). Pero ni uno solo sirvió para quitar el pecado del mundo. Otros pueblos incluso habían inmolado seres humanos para aplacar la ira de Dios. ¡Quizá también incontables! Pero ninguna de estas inmolaciones sirvió para salvar a la humanidad, menos aún para satisfacer a Dios. ¿Entonces? El hombre no puede quitar el pecado del mundo: los que han intentado “atajos de auto-redención” han acabado siendo unos asesinos genocidas. Dicho de un modo más elegante: «Un mundo que tiene que crear su justicia por sí mismo es un mundo sin esperanza» (Benedicto XVI). Más aún: «No es la ciencia la que redime al hombre; el hombre es redimido por el amor», ¡por el Amor en mayúscula!

Antoni Carol i Hostench, pbro.

(Coordinador General de evangeli.net)

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