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Jesús en los Misterios del Rosario
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Misterios de Gozo
- El nacimiento de Jesús en Belén
El “Nacimiento de Jesús en Belén” es el “epicentro” de los Misterios de Gozo y, seguramente, del resto de los misterios del Rosario: se podría decir que todo se deriva de ahí…
1º) «Y cuando ellos se encontraban allí [en Belén], le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,6-7). Lo más decisivo del mundo se resuelve en 2 versículos. ¡Cuánta sobriedad!, ¡cuánta sencillez!: así es Dios, así es María (ampliación: Dios es tan grande que puede hacerse pequeño). Así es también el Reino de Dios y así debe ser la Iglesia… Lo del grano de mostaza (cf. Mt 13,31-58) va en serio: ¡en aquel entonces, ahora y siempre! (ampliación: La parábola del grano de mostaza).
2º) «Lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre» (Lc 2,7). El “epicentro” de nuestra historia se centra en unos “pañales” y en un “pesebre”. Son las insignias para su identificación (ampliación: Jesús nace con la humildad de un pesebre). ¡Misterio grande, misterio de dulzura! El cristianismo naciente experimentó —no sin sufrimientos— una extraordinaria difusión en poco tiempo: es una religión dulce (ampliación: «Quedaban asombrados de su doctrina»). Si a veces —o muchas veces— la Iglesia es rechazada por los hombres, en buena parte, es porque sus fieles —clérigos y laicos— hemos hecho cosas en nombre de Cristo que no responden a su dulzura (cosas que Él nunca habría hecho y por las cuales hemos de entonar un “mea culpa”).
3º) «Una multitud del ejército celestial cantaba a Dios, diciendo: ‘Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz (…)’» (Lc 2,13-14). Entran en escena ángeles y pastores; seres celestiales y seres humanos: todos gozan de la paz por el nacimiento de Jesús. ¡Y alegría, por la cercanía de Dios! (ampliación: «Todos los que lo oyeron se maravillaban») ¡Qué paradoja!: en la gruta de Belén están todos, no tienen nada (ni siquiera techo), pero tampoco echan en falta nada, pues «Quien a Dios tiene, nada le falta» (Santa Teresa de Jesús).
4º) «El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende» (Is 1,3). He ahí una antigua denuncia de Isaías. No “todos” se alegran con el nacimiento del Mesías; no “todos” acuden a la gruta. Ahí no están ni los príncipes de los sacerdotes, ni los escribas, ni Herodes… Todos esos están entretenidos en sus casas y en sus cosas. ¡Israel no entiende! (ampliación: ¿Quién conoce al Padre?), pero el buey y el asno sí… Esos simpáticos convidados —en su simplicidad— nunca han faltado en el pesebre. En el establo están los corazones simples que confían en Dios: María, José, los ángeles, los pastores, los Reyes de Oriente… (ampliación: El “buey” y el “asno”). Ellos son “como” el buey y el asno: no tienen miedo a Jesús.
5º) «De sus espadas forjarán azadas, y de sus lanzas, podaderas» (Is 2,4). Isaías anunció paz y prosperidad con la venida del Mesías: los instrumentos de guerra serían sustituidos por herramientas de trabajo (ampliación: Jesucristo, clave para leer de modo nuevo la Ley y los Profetas). Por lo pronto, a Belén sólo acudieron los trabajadores: los pastores y los sabios de Oriente… ¡El resto no movieron ni un dedo! Desde entonces bastante se ha hecho, pero todavía queda mucho (ampliación: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»). ¡El trabajo es correa de transmisión de la Redención!
25 de diciembre
Navidad (Misa de Medianoche)
Vídeo del Evangelio y comentario
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