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Evangelio de hoy + breve explicación teológica

Miércoles de la octava de Pascua
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Texto del Evangelio (Lc 24,13-35): Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran (…).

Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.

Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. (…) Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

Con la resurrección de Jesús la Escritura se ha desvelado de un modo nuevo

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy partiendo de lo inesperado, la Escritura se ha desvelado de un modo nuevo. Obviamente, la nueva lectura de las Escrituras sólo podía comenzar después de la resurrección, porque únicamente por ella Jesús quedó acreditado como enviado de Dios. Ahora había que identificar ambos eventos —cruz y resurrección— en la Escritura, entenderlos de un modo nuevo y llegar así a la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios.

Para los discípulos, la resurrección era tan real como la cruz. Se rindieron simplemente ante la realidad: después de tanto titubeo y asombro inicial, ya no podían oponerse a ella. Es realmente Él; vive y nos ha hablado, ha permitido que le toquemos, aun cuando ya no pertenece al mundo de lo que normalmente es tangible.

—La paradoja era indescriptible: Él era completamente diferente, no un cadáver reanimado, sino alguien que vivía desde Dios de un modo nuevo y para siempre; y, al mismo tiempo, sin pertenecer ya a nuestro mundo, estaba presente de manera real, en su plena identidad.

La Eucaristía, alimento del cristiano

Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)

Hoy los discípulos no parten separados, cada uno por su cuenta, sino juntos. Y no hablan de asuntos ajenos, sino de lo que había acontecido: la pasión y la muerte de Jesucristo. La comunión de compañía se transfigura y se transforma por una comunión de recuerdo, que culminará en una comunión de hospitalidad, de "comensalidad" y, finalmente, de captación interpersonal.

Lo impresionante del caso es que “Jesús compañero” de camino y “Jesús comensal” no es captado en su verdad última hasta que culmina en “Jesús Eucaristía”, es decir, hasta que no se da a conocer −¡y a comer!— a Sí mismo “al partir el pan”.

—Señor Jesús, que continúas y continuarás haciendo en tu Iglesia el gesto de “partir el pan” hasta el fin de los tiempos, concédenos la gracia de comerte para "serte" y de "serte" para comerte, a la vez que de "sernos" mutuamente verdaderos hermanos en la comunión de amor. ¡Amén!