Hoy celebramos la memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos. A ellos están dirigidas tres cartas tradicionalmente atribuidas a san Pablo (1Tim, 2Tim y Tit). Timoteo para san Pablo gozaba de gran consideración. El Apóstol le encargó misiones importantes y vio en él una especie de alter ego, como lo demuestra el gran elogio que hace de él en la carta a los Filipenses. Cuando san Pablo pasó por Listra al inicio del segundo viaje misionero, escogió a Timoteo como compañero, pues “los hermanos de Listra e Iconio daban de él un buen testimonio” (Hch 16,2).

Por lo que se refiere a Tito, san Pablo lo llevó consigo a Jerusalén con motivo del así llamado Concilio apostólico, en el que se aceptó solemnemente la predicación del Evangelio a los paganos, sin los condicionamientos de la Ley de Moisés.

—Si consideramos juntamente las figuras de Timoteo y de Tito, nos damos cuenta de algunos datos muy significativos. El más importante es que san Pablo se sirvió de colaboradores para el cumplimiento de sus misiones. Conviene destacar, además, la disponibilidad de estos colaboradores para asumir las diferentes tareas, que con frecuencia consistían en representar a san Pablo incluso en circunstancias difíciles.