Hoy es el día de santa Clara de Asís, una de las santas más queridas, contemporánea de san Francisco. Su testimonio nos muestra cuánto debe la Iglesia a mujeres valientes y llenas de fe como ella, capaces de dar un impulso decisivo para la renovación de la Iglesia. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir humilde y pobre, adoptando la forma de vida que proponía Francisco de Asís. Clara, a los 18 años, con un gesto audaz inspirado por el profundo deseo de seguir a Cristo y por la admiración por Francisco, dejó su casa paterna y se unió en secreto a los Frailes Menores en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Desde ese momento se convirtió en virgen-esposa de Cristo, humilde y pobre, y se consagraba totalmente a Él.

Un rasgo característico de la espiritualidad franciscana al que Clara fue muy sensible fue la radicalidad de la pobreza, unida a la confianza total en la Providencia divina. Clara fue la primera mujer en la historia de la Iglesia que compuso una Regla escrita, sometida a la aprobación del Papa, para que el carisma de Francisco de Asís se conservara en todas las comunidades femeninas que ya se iban fundando en gran número

—«¡Cuán intensa es la potencia de esta luz y qué fuerte el resplandor de esta fuente luminosa! Clara, en efecto, se escondía; pero su vida se revelaba a todos. Clara callaba, pero su fama gritaba» (Papa Alejandro IV).