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Evangelio de hoy + breve explicación teológica
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.
Navidad: "Los suyos no le recibieron"
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)Hoy, en la Misa del Día (Jn 1,1-18), meditamos que nace el Hijo Eterno de Dios —en Belén, tal como había sido profetizado— y la Virgen tuvo que acostarlo en un pesebre, porque no había sitio en la posada (cf. Lc 2,7). Reflexionando con fe, encontramos en estas palabras un paralelismo con lo afirmado en el "Prólogo de san Juan" (1,11): "Vino a su casa y los suyos no lo recibieron". ¡Para el Salvador del mundo no hay sitio! El que fue crucificado fuera de las puertas de la ciudad nació también fuera de sus murallas.
Esto debe hacernos pensar y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento, Él no pertenece a ese ambiente que según el mundo es importante y poderoso. Y, sin embargo, precisamente este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso.
—Ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los criterios dominantes, para entrar en la luz de la verdad sobre nuestro ser.
22 de diciembre
Domingo 4 (C) de Adviento
Vídeo del Evangelio y comentario
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