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Temas evangeli.net

¡El tránsito a un nuevo tiempo! La Divina Misericordia

  1. Avisos, milagros y castigos
    1. ¿Castigos “divinos”?
      1. «Convencerá al mundo de pecado, de justicia y de condenación» (Jn 16,8)

1o) «Os digo que [Dios] les hará justicia sin tardanza» (Lc 18,8). Avisos, milagros... y castigos. Se acumulan los favores de Santa María, pero también se acumulan las ofensas a Dios: ¡es más flagrante la falta de conversión!

a) A pesar de que las generalizaciones son peligrosas, no podemos constatar una conversión generalizada del mundo a Dios después de las numerosas llamadas de los últimos siglos: «Acusará [convencerá] al mundo de pecado».

Si de Juan Pablo II podríamos decir que ha sido el papa que más kilómetros ha recorrido (es el hombre más visto en directo en toda la historia de la Humanidad), de Benedicto XVI se podría decir que es el papa que más páginas ha escrito. Al primero, el mundo “le dio calabazas”; al segundo, simplemente, no lo ha reconocido…

b) Da la “impresión” (remarcamos que se trata de una “percepción subjetiva”) de que al final será necesaria una “intervención más explícita” de Dios para “desatascar” el mundo: casi que lo reclama el panorama mundial y, por otro lado, supuestamente lo ha anunciado Santa María. «Jerusalén, Jerusalén…»: ojalá que Israel se hubiera convertido a tiempo, escuchando a sus profetas y al Profeta (Jesucristo). Pero no quisieron: «Vuestra casa se quedará desierta»; «No quedará piedra sobre piedra».

c) La dinámica actual (constantes genocidios de personas inocentes, conflictos humanos, individualismo exasperante, hedonismo a cualquier precio, afán de “poder”, hibridaciones transhumanistas...) es insostenible a largo plazo: el planeta Tierra puede acabar colapsado. «Existen fronteras últimas que no debemos traspasar sin convertirnos personalmente en destructores de la creación, superando de este modo con creces el pecado original y sus consecuencias negativas» (Benedicto XVI).

El hombre —que ha sido creado para Dios y para la gloria de Dios, y que depende de Dios— ha querido emanciparse de su Creador y —lo que es peor y ridículo— ocupar su lugar (una especie de usurpación “irreverente”). Algunas expresiones de la ideología de género y el transhumanismo son la última manifestación de esta perversión.

d) «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4). Sabemos que Dios desea favorecer una conversión generalizada. Los vaticinios en el Antiguo Testamento son numerosos, mientras esperaban los tiempos mesiánicos. La Palabra de Dios es taxativa en este punto. Pero, ¿cómo lo conseguirá? «¿Encontrará fe en la tierra?».

2o) «En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). ¿Cuándo y cómo lo hará? Sólo sabemos que el “tiempo divino” no está al alcance de nuestros cálculos (es más: Dios y Su Madre nos piden precisamente NO perder el tiempo haciendo cálculos). Ahora bien, hay señales que el mismo Jesucristo describió (y que no son de fácil interpretación) y, a la vez, contamos con la intuición de los santos:

a) Juan Pablo II: «Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo milenio nos mueven a pensar que solamente una intervención desde lo alto puede hacer esperar un futuro menos oscuro».

b) Espontáneamente surge una pregunta: si Dios quiere que todos los hombres se salven…, ¿qué tendrá que hacer o permitir la Divina Providencia para que todos los hombres —al menos, una gran mayoría— reconozcan a Dios y sientan imperiosamente su necesidad? («Sin mí no podéis hacer nada»: Jn 15,5).

c) Quizá la Humanidad necesite “medicinalmente” sufrir alguna “humillación” que le haga recordar quién es quien (Ampliación: El verdadero “señor” del mundo). Parece mentira que la Madre de Dios, desde Medjugorje, haya pedido que recordemos a los hombres que Dios existe. ¡Hasta este punto hemos llegado!!! Los avisos que nos llegan desde Garabandal y Medjugorje son severos: ¡hace tiempo que se ha llenado el vaso!

3o) «Ved que yo os enviaré al profeta Elías, antes que llegue el día del Señor, día grande y temible» (Mal 3,23). La tradición ha entendido que esta mención a “Elías” se refiere directamente a Juan Bautista —el Precursor—, el cual debía avisar acerca del inicio de una nueva fase de la Salvación: la llegada del Mesías.

a) Éste fue, ni más ni menos, el objeto de la predicación del Bautista y el primer mensaje al inicio del ministerio público del Señor: «Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos» (Mt 3,2). Después de la llamada, el inevitable aviso: «Ya está puesta el hacha junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego» (Mt 3,10). Por eso también Jesús advierte que «acusará [convencerá] al mundo de justicia y de condenación».

b) Quizá “Elías” —en la persona de María— ha vuelto a venir para anunciar y preparar un nuevo tiempo en la Historia de la Salvación: el tiempo de la Misericordia de Dios, una suerte de renovada plenitud mesiánica (la purificación de toda la Humanidad).

4o) «A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá» (Lc 12,48). Los grandes avisos y los grandes milagros vividos (y los anunciados, con señales de carácter permanente) serán como un juicio: las manifestaciones de Dios serán tan claras a los ojos físicos que rechazarlas comportará una gran irresponsabilidad, de consecuencias inimaginables (como nunca se ha visto):

a) Llama la atención —ya se ha dicho— el pánico que experimentaron los pastorcillos de Fátima cuando… Si no fuera porque la Virgen María les había garantizado que irían al Cielo, no habrían podido soportar el impacto de la visión del infierno.

b) Otro caso que nos interpela (también ya mencionado): la angustia de las videntes de Garabandal cuando la Señora les mostró el castigo por el pecado de impenitencia. Todos los allí presentes aquel día pudieron comprobar las expresiones de pánico —gritos— de las niñas videntes al ver el castigo anunciado para la Humanidad si no se convertía…

c) Entonces dejará al mundo convencido de pecado (por no creer), de justicia (es injusto desaprovechar las muestras de Misericordia divina) y de condena [o “juicio”] (rechazada la Misericordia a través del pecado de impenitencia, la condena lógica consiste en permanecer eternamente alejado de Dios, es decir, lo que uno mismo ha elegido: todo un fracaso existencial).

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