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Evangelio de hoy + breve explicación teológica
La Ascensión de Cristo: el ser humano entra de un modo nuevo en la intimidad de Dios
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)Hoy Jesús se despide de los Apóstoles. Inmediatamente después, "fue elevado" en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Es el misterio de la Ascensión. El uso del verbo "elevar" tiene su origen en el Antiguo Testamento, y se refiere a la toma de posesión de la realeza: la Ascensión de Cristo significa, en primer lugar, la toma de posesión del Hijo del hombre crucificado y resucitado de la realeza de Dios sobre el mundo.
Pero hay un sentido más profundo, que no se percibe en un primer momento. La presencia de la nube que "lo ocultó a sus ojos" (Hch 1,9) hace referencia a una antiquísima imagen de la teología del Antiguo Testamento (desde la nube del Sinaí…, hasta la nube luminosa sobre el monte de la Transfiguración): evoca, en definitiva, el "sentarse a la derecha de Dios".
—En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios.
Desde su Ascensión, Cristo es accesible y cercano a partir del Padre
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)Hoy, desde hoy, la relación anterior con el Jesús terrenal —como la tuvieron Tomás apóstol, María Magdalena…— ya no es posible. El viejo modo humano de estar juntos y de encontrarse queda superado (cf. 2Cor 5,16-18). Ahora ya sólo se puede “tocar” a Jesús “junto al Padre”. Únicamente se le puede tocar “subiendo”. Él nos resulta accesible y cercano de manera nueva: a partir del Padre, en comunión con el Padre.
Esta nueva capacidad de acceder a Jesús presupone también una novedad por nuestra parte: por el bautismo, nuestra vida está ya escondida con Cristo en Dios; en nuestra verdadera existencia ya estamos “allá arriba”, junto a Él, a la derecha del Padre (cf. Col 3,1ss). El tocar a Cristo y el subir están intrínsecamente enlazados. Por tanto, el Cristo junto al Padre no está lejos de nosotros; si acaso, somos nosotros los que estamos lejos de Él; pero la senda entre Él y nosotros está abierta.
—Pero el lugar de la “elevación” de Cristo es su Cruz, y nuestra “ascensión” —nuestro subir para tocarlo— ha de ser un caminar junto con el Crucificado.
El retorno de Cristo: la victoria del amor será la última palabra de la historia del mundo
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)Hoy, con la Ascensión de Jesús, queda confirmada la fe en el retorno de Jesús, pero al mismo tiempo se subraya —¡una vez más!— que no es tarea de los discípulos quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra.
Él, que se ha hecho carne y permanece Hombre sin cesar, que ha inaugurado para siempre en Dios el puesto del ser humano, llama a todo el mundo a entrar en los brazos abiertos de Dios, para que al final Dios se haga todo en todos, y el Hijo pueda entregar al Padre al mundo entero asumido en Él (cf. 1Cor 15,20-28). Esto implica la certeza en la esperanza de que Dios enjugará toda lágrima, que nada quedará sin sentido, que toda injusticia quedará superada y establecida la justicia.
—La victoria del amor será la última palabra de la historia del mundo.
La venida intermedia (“escatología del presente”): Cristo volverá, pero ahora ya viene a nosotros
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)Hoy, ¿cuál es la situación de la existencia cristiana respecto al retorno del Señor? “Sí, vengo enseguida. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20). Es el grito lleno de esperanza que anhela la cercanía de Jesús.
Los cristianos invocan la llegada definitiva de Jesús y ven al mismo tiempo con alegría que ya ahora Él anticipa esta llegada: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). San Bernardo de Claraval: “Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia (“adventus medius”). En la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad”
—“El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23): es la “escatología del presente”, que Juan desarrolla. En ella no se abandona la espera de la llegada definitiva que cambiará el mundo, pero muestra que el tiempo intermedio no está vacío.