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Evangelio de hoy + breve explicación teológica

31 de julio: San Ignacio de Loyola, presbítero
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Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente caminaba con Jesús, y volviéndose les dijo: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío (…)».

San Ignacio de Loyola, presbítero (1492-1556)

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy tomamos conciencia de que los tiempos siempre son “tiempos de Dios”. La época de san Ignacio no fue fácil ni para Europa ni para la Iglesia: décadas en las que los papas residieron en Aviñón (sometidos a Francia); el cisma de Occidente (con tres papas a la vez, cada uno de ellos pretendiendo ser el auténtico)… hasta desembocar en la reforma protestante. Paradojas de la vida, Ignacio de Loyola y el reformador Martín Lutero (+1546) fueron plenamente coetáneos y coincidentes en el tiempo. Pero, qué distinta fue la reacción —la “reforma”— de cada uno.

La obligada convalecencia de Ignacio, como consecuencia de una herida de guerra, fue la providencial ocasión para leer reposadamente la vida de Jesucristo y la de algunos santos: ¡he ahí los auténticos reformadores! Esto le “despertó” el espíritu: “¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?”, comenzó a preguntarse.

—He aquí que san Ignacio —despojándose de cosas y sueños— comenzó a entregarse a la vida de oración y a la atención de los demás. En ese camino se le juntaron unos cuantos compañeros con los que fundó la Compañía de Jesús.