Hoy celebramos san Alfonso María de Ligorio (1696-1787). Como heredero de una familia noble, tuvo una formación completa y cuidada lo mismo en el campo humanístico que en el jurídico. Tras una brillante carrera en el foro de Nápoles, abandona el mundo para consagrarse sólo a Dios. En 1726 es ordenado sacerdote. Durante 30 años el apostolado misionero lleva a Alfonso en las más variadas direcciones, mientras se hace más profunda en él la elección de los pobres y de los humildes. En 1762, a los 66 años, es nombrado obispo y desarrolla en su tarea pastoral una actividad que parece increíble, en la doble vertiente del ministerio directo y del apostolado de la pluma.

Su amplia producción comprende 111 títulos y abraza tres grandes campos: la moral, la fe y la vida espiritual. Alfonso fue el renovador de la moral, llegando progresivamente al justo equilibrio entre la severidad y la libertad. “La práctica del amor a Jesucristo” es su libro ascético principal.

—La estructura de la espiritualidad alfonsiana podría reducirse a estos dos elementos: la oración y la gracia. Es una espiritualidad popular donde todos están llamados a la santidad, cada uno en su propio estado.