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¿Qué más ha pasado? (otras cosas)
«Tengo otras ovejas que no son de este redil, ésas también (…) oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor» (Jn 10,16). El enorme prestigio de los últimos romanos pontífices nos conduce al siguiente tema: la unidad de los cristianos (otra gran semilla). El sentido común —avalado por las mismas palabras de Jesús— nos lleva a pensar que una nueva primavera de vida cristiana a escala mundial debiera incorporar el milagro (¡el don!) de la unidad del cristianismo. ¡De otro modo, no somos creíbles!
1o) «Que ellos sean uno en nosotros, y que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,22). Esta aspiración no es nueva en la Iglesia: es tan antigua como la oración sacerdotal de Jesús («Que todos sean uno…» [Jn 17,21]), pero, a la vez, es tan reciente como el nuevo “kairós” que se intuye. Desde Juan XXIII (y Pablo VI) hasta Francisco, pasando por Juan Pablo II y Benedicto XVI, el diálogo ecuménico y la aspiración a la unidad del cristianismo están más vivos que nunca. El creciente prestigio de estos obispos de Roma es un factor clave (Ampliación: Ecumenismo).
2o) «Si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, vete primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda» (Mt 5,23-24). Destacamos una meta inédita en la historia de la Iglesia: el Papa Juan XXIII lanzó una llamada al diálogo ecuménico a las puertas del Concilio Vaticano II, al cual asistieron como delegados fraternos (observadores) líderes de las Iglesias Ortodoxas y representantes de las Iglesias surgidas de la Reforma Protestante. Y el 7 de diciembre de 1965, el día antes de clausurar el Concilio, tuvo lugar un gesto de justicia y de recíproco perdón: se levantaron las mutuas excomuniones entre católicos y ortodoxos, excomuniones vergonzosamente arrastradas desde el año 1054.
a) El Papa Juan Pablo II, en sus viajes pastorales por todo el mundo, inauguró sistemáticamente la costumbre de reunirse con los líderes de las otras confesiones cristianas. Desde entonces, todos los viajes apostólicos de los papas incluyen en su agenda este tipo de encuentros (con la misma o mayor intensidad se esforzó Benedicto XVI).
En uno de estos viajes, Juan Pablo II quedó en estado de shock: «Nunca olvidaré la frase pronunciada durante el encuentro ecuménico de representantes de las comunidades protestantes en el Camerún: —Sabemos que estamos divididos, pero no sabemos por qué».
b) En la agenda del Papa Francisco, por su parte, destaca sobre todo el encuentro histórico —cuyo alcance algún día conoceremos— que tuvo con Kiril I (Patriarca de Moscú y de todas las Rusias) en La Habana (12 de febrero de 2016). Este encuentro con el Patriarca de Moscú —inédito, era la primera vez que se producía— fue, seguramente, uno de los sueños que san Juan Pablo II no pudo cumplir en vida.
c) San Juan Pablo II sorprendió al mundo cuando en su encíclica “Ut unum sint” propuso buscar «una modalidad de ejercicio del Primado que, sin renunciar de ninguna manera a lo que es esencial de su misión, se abra a una situación nueva». El Papa, además, invitaba a realizar «todos juntos» este esfuerzo de búsqueda a fin de que «este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros». Sólo Dios conoce el fruto que resultará de este gesto audaz que el Espíritu Santo inspiró en el Papa polaco.
d) Otro cambio de rasante, muy en la línea del Concilio del Vaticano II, fue el espíritu que el Papa Wojtyla imprimió al diálogo ecuménico: debía ser un intercambio de dones, en el que unos y otros nos hemos de escuchar, y en el que todos tenemos que aprender y enriquecernos mutuamente (quedaban lejos aquellos aires —anteriores a la etapa conciliar— en los que “oficialmente” no se concebía otro camino hacia la unidad que el regreso a casa de los que se habían marchado).
3o) «No lo entiendes ahora; lo comprenderás después» (Jn 13,7). Jesús le dijo eso a Simón Pedro. No obstante, este estado de perplejidad sigue interpelando a los sucesores de Pedro. Así, el Papa Wojtyla se preguntó: «¿Por qué el Espíritu Santo ha permitido estas divisiones?». Él mismo avanzaba una posible respuesta: «Conviene que el género humano consiga la unidad mediante la pluralidad, que aprenda a recogerse en la única Iglesia, también en el pluralismo de las formas de pensar y de actuar, de las culturas y de las civilizaciones. ¿Esta manera de entender no podría encontrarse, en un cierto sentido, más en consonancia con la sabiduría de Dios?». La Sabiduría nos revela en el libro del Eclesiastés (3,7) que hay «tiempo de rasgar y tiempo de coser»…
25 de diciembre
Navidad (Misa de Medianoche)
Vídeo del Evangelio y comentario
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