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Temas evangeli.net

¡El tránsito a un nuevo tiempo! La Divina Misericordia

  1. Avisos, milagros y castigos
    1. Advertencias (“avisos”)
      1. Si Dios no lo impidiera…

1o) «Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; y en cualquier sitio que se apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espumarajos y rechinar los dientes (…). Muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua, para acabar con él» (Mc 9,17-18.22). ¡Qué espectáculo tan lamentable! Jesucristo entrega su Sangre para salvarnos; el diablo se entrega para desangrarnos. Sorprende que, además, haya quien se dedique al espiritismo, al culto al diablo, etc. ¡Un suicidio! ¡Quien juega con fuego —especialmente con este fuego— acaba quemándose!

2o) «Vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar» (1Pe 5,8). Aquí tenemos mencionado un peligro añadido: el adversario. ¡Está presente! Se nota su rastro: todo aquello que es destrucción por pura destrucción ni es de Dios ni del hombre; es del diablo:

a) Hemos citado el caso del pobre niño que era lanzado al fuego o al agua «para acabar con él»: simplemente, para acabar con él. O la destrucción —en la región de Gerasa— de aquel rebaño de unos 2.000 puercos que, enloquecidos por la posesión diabólica, se precipitaron por la pendiente hasta caer en el lago y ahogarse (cf. Mc 5,11-13): es la destrucción por la destrucción; ¡es pura maldad!

b) Se ha dicho que si Dios no lo impidiera, el diablo destruiría la Tierra, la Humanidad y la Creación… Además de los pecados que cometemos, ¡solo nos faltaba abandonar la oración! Santa María urgía a los videntes a rezar por los pecadores y ofrecer sacrificios en expiación por los pecados… Una petición reiterada por Ella una y otra vez. ¿Es una exageración? De hecho, Jesucristo declaró acerca del diablo: «No puede ser expulsado por ningún medio, sino con la oración» (Mc 9,29).

c) Si hiciéramos caso de san Pedro —«Sed sobrios y vigilad (…). Resistidle firmes en la fe» (1Pe 5,8-9)—; si hiciéramos caso de la Madre de Dios —que de todo eso ha hablado— nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza. Pero la presunción, la indiferencia religiosa, la superstición… son campos abonados para la acción destructora del adversario. De hecho, aquellos porqueros de Gerasa, en lugar de alegrarse con la curación del hombre endemoniado, rogaron a Jesús que «se alejase» de su región (Mc 5,17): error catastrófico, porque sin Dios no somos nada.

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