Nuestra página utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario y le recomendamos aceptar su uso para aprovechar plenamente la navegación

Temas evangeli.net

¡El tránsito a un nuevo tiempo! La Divina Misericordia

  1. Avisos, milagros y castigos
    1. Advertencias (“avisos”)
      1. «Pondré mi Ley en su pecho» (Jr 31,33)

Una “nueva primavera de vida cristiana”; un “nuevo Pentecostés”… En conjunto, ¡una nueva y gran esperanza! Los avisos / advertencias del Cielo pueden parecer, a primera vista, una amenaza, pero no lo son. ¡La peor amenaza somos nosotros mismos! «¿Por qué gritas por tu quebranto? (…). Por la multitud de tus iniquidades (…) he hecho contigo esto» (Jr 30,15). Desde la perspectiva del Cielo, todos estos avisos son un acto de misericordia… (Ampliación: La triple venida de Cristo).

1o) «Mirad que vienen días —oráculo del Señor— en que pondré mi Ley en su pecho y la escribiré en su corazón» (Jr 31,31.33). Este deseo divino aparece —de una u otra manera— repetidas veces en la Palabra de Dios.

Pues bien, uno de los aspectos más atrayentes de los que ha anunciado la Virgen María será la iluminación que cada hombre y cada mujer —sin excepción ni de raza, ni de religión, ni de procedencia— recibirá en su interior a manera de “juicio personal”: cada uno verá el contraste entre sus propias obras y el Amor de Dios.

2o) «Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jr 31,33). Tantas veces el Señor nos ha querido reunir a su alrededor… ¡Ya desde la Creación!

a) Después, reiniciando la elección de amor a través de Israel y extendiéndola a toda la Humanidad: «Todos ellos me conocerán, desde el menor al mayor» (Jr 31,34). Éste es el deseo de Dios reiterado tantas y tantas veces a lo largo de la Biblia (Jeremías es sólo una pequeña muestra de ese clamor divino).

b) «Pedro [y los que le acompañaban en casa de Cornelio] quedaron atónitos, porque también sobre los gentiles se derramaba el don del Espíritu Santo» (Hch 10,45). El panorama de salvación que inicialmente los antiguos profetas habían proyectado directamente sobre el pueblo escogido, después —con la venida del Hijo de Dios— ha desbordado a Israel y, como la misma Eucaristía, la salvación «alcanza a toda la historia como destinataria de la redención» (San Juan Pablo II).

3o) «Trocaré su duelo en gozo, los consolaré y alegraré su pena» (Jr 31,13). La vivencia de esta iluminación comportará un gran dolor (por tanta vergüenza que sufriremos). Pero, al mismo tiempo, para quienes se conviertan, será una gracia de Dios, al experimentar gozosamente la Misericordia Divina, «porque habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado» (Jr 31,34). Acerca del amor expresado mediante el perdón hablaremos expresamente más adelante… (cf. apartado 14).

< Anterior Siguiente >