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Temas evangeli.net

Mujer y Varón (Teología del cuerpo de Juan Pablo II)

  1. El amor del hombre escatológico
    1. El Cuerpo de Cristo resucitado

En fin, «la resurrección de Cristo es la última y más plena palabra de la autorrevelación del Dios vivo como ‘Dios no de muertos, sino de vivos’ (Mc 12,27)» (AG 27.I.82, 3). Por esto, el Señor resucitado se desgañita en mostrar y convencer a los Apóstoles que es Él mismo y no otro. Los signos que mostraba su Cuerpo resucitado eran inconfundibles e irrefutables: «‘Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo’. Y dicho esto, les mostró las manos y los pies» (Lc 24,39-40). ¡Las manos y los pies de Jesús!: marcados por las heridas que Él mismo había sufrido en el momento de la crucifixión, son como las pruebas más evidentes de la identidad de su propio Cuerpo. ¡No puede ser otro!

Con Tomás Apóstol, incrédulo más allá todavía de lo que habían sido sus compañeros, Jesucristo vuelve sobre el mismo argumento probatorio: «‘Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente’» (Jn 20,27).

Cristo resucita con cuerpo, y con su propio Cuerpo. Además de darnos pruebas de ser su propio Cuerpo, el Señor se esfuerza en mostrarnos que es un cuerpo real de verdad: «Como no acabasen de creer por la alegría y estando llenos de admiración, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo que comer?’. Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado, Y tomándolo comió delante de ellos» (Lc 23,41-42).

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