Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza». Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.
Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?». Contestó: «Aquí, en la tienda». Añadió uno: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo». Sara lo oyó, detrás de la entrada de la tienda. Abrahán y Sara eran ancianos, de edad muy avanzada, y Sara ya no tenía sus periodos. Sara se rió por lo bajo, pensando: «Cuando ya estoy seca, ¿voy a tener placer con un marido tan viejo?».
Pero el Señor dijo a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara, diciendo: ‘De verdad que voy a tener un hijo a mis años’. ¿Hay algo difícil para Dios? Cuando vuelva a visitarte por esta época, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo». Pero Sara, que estaba asustada, lo negó: «No me he reído». Él replicó: «No lo niegues, te has reído».
Porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades».
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano»
Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé (Lleida, España)Hoy, en el Evangelio, vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).
Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).
¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«La fe de este centurión anuncia la fe de los gentiles; fue como el grano de mostaza, menudo pero ardoroso» (San Agustín)
«Jesús se maravilló de la fe que tenía este centurión. Había emprendido un camino para encontrar al Señor, pero lo había hecho con fe. Por esto no solamente él ha encontrado al Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor» (Francisco)
«Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel, este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8,11). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 543)