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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

Pentecostés (Misa de la vigilia)
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Texto del Evangelio (Jn 7,37-39): El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.

«De su seno correrán ríos de agua viva»

Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Jesús en el último día de la fiesta de los Tabernáculos, cuando puesto en pie gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’» (Jn 7,37-38). Se refería al Espíritu.

La venida del Espíritu es una teofanía en la que el viento y el fuego nos recuerdan la trascendencia de Dios. Tras recibir al Espíritu, los discípulos hablan sin miedo. En la Eucaristía de la vigilia vemos al Espíritu como un “río interior de agua viva”, como lo fue en el seno de Jesús; y a la vez descubrimos que también, en la Iglesia, es el Espíritu quien infunde la vida verdadera. Habitualmente nos referimos al papel del Espíritu en un nivel individual, en cambio hoy la palabra de Dios remarca su acción en la comunidad cristiana: «El Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él» (Jn 7,39). El Espíritu constituye la unidad firme y sólida que transforma la comunidad en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Por otra parte, él mismo es el origen de la diversidad de dones y carismas que nos diferencian a todos y a cada uno de nosotros.

La unidad es signo claro de la presencia del Espíritu en nuestras comunidades. Lo más importante de la Iglesia es invisible, y es precisamente la presencia del Espíritu que la vivifica. Cuando miramos la Iglesia únicamente con ojos humanos, sin hacerla objeto de fe, erramos, porque dejamos de percibir en ella la fuerza del Espíritu. En la normal tensión entre unidad y diversidad, entre iglesia universal y local, entre comunión sobrenatural y comunidad de hermanos necesitamos saborear la presencia del Reino de Dios en su Iglesia peregrina. En la oración colecta de la celebración eucarística de la vigilia pedimos a Dios que «los pueblos divididos (...) se congreguen por medio de tu Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus lenguas».

Ahora debemos pedir a Dios saber descubrir el Espíritu como alma de nuestra alma y alma de la Iglesia.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Cuando las palabras de la santa predicación descienden a la mente de los fieles, son como ríos de agua viva que de allí corren. Esto es la recta intención, el santo deseo, y la voluntad humilde para con Dios y piadosa para con el prójimo» (San Gregorio Magno)

  • «La santidad está en la perfección del amor. Bajo la acción del Espíritu Santo, cada uno vence en el amor el instinto del egoísmo, y desarrolla las mejores fuerzas en su modo original de darse» (San Juan Pablo II)

  • «‘Tú le habrías rogado a Él, y Él te habría dado agua viva’ (Jn 4,10). Nuestra ración de petición es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: ‘A mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas’ (Jr 2,13), respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación, respuesta de amor a la sed del Hijo único» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.561)