Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
»Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!».
«La voluntad de mi Padre celestial»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy notamos que Jesús exige no solamente escuchar su palabra, sino —y sobre todo— adherirnos coherentemente a ella. Así, dice Él, «entrarán en el reino de los cielos (...) solo los que hacen la voluntad de mi Padre» (Mt 7,21). Jesucristo puede exigir personalmente tal cosa porque Él mismo es Dios, el Hijo de Dios.
Que nuestra fe se ha de vivir «con obras y de verdad» (1Jn 3,18) es algo que se ha predicado desde los inicios en el cristianismo. Pero Benedicto XVI, en su encíclica "Spe salvi" lo recordaba —podríamos decir— con un lenguaje moderno: el mensaje cristiano no solamente es una cuestión “informativa”, sino que es y debe ser una realidad “performativa”. «Esto significa que el Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida».
«Nunca os conocí» (Mt 7,23): ¡Dios nos libre de tener que escuchar algún día estas palabras tan severas! Nos conviene prestar atención a un hecho que, de entrada, puede causarnos sorpresa: Jesucristo se siente directamente afectado por nuestra respuesta (o “no respuesta”) de fe; Él hace de ella una cosa personal. Y no es para menos: el cristianismo no es una ideología, ni un simple programa ético, sino y sobre todo un encuentro personal con Alguien. En esta misma línea, san Juan Pablo II afirmaba que el fundamento de la moral cristiana consiste precisamente en el seguimiento de Cristo.
Es muy oportuna la imagen del hombre que «construyó su casa sobre la arena»: hombres sin razón, hombres derrumbados! (cf. Mt 7,26-27). Una sociedad sin Dios (o que, en la práctica, se aleja de la ley de Dios) es una sociedad encallada porque le falta el “motor” de la esperanza. Cuando el hombre se aleja de Dios, el hombre se aleja también del hombre. En cambio, es «feliz el hombre (…) que pone su amor en la ley del Señor (…). Es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas» (Sal 1,1-3).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«¡Ah!, qué poco nos parecemos a Cristo aunque llevemos su nombre y nos llamemos cristianos» (Santo Tomás More)
«Como único Salvador de la humanidad, quiere atraer hacia sí a los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, para poder llevarlos al Padre. Él quiere que todos nosotros construyamos nuestra vida sobre el cimiento firme de su Palabra» (Francisco)
«Por la oración, podemos discernir cuál es la voluntad de Dios y obtener constancia para cumplirla. Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino ‘haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos’ (Mt 7,21)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.826)