Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan». Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos». Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: ‘La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’». Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque. Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?». Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino.
«Vosotros sois la sal de la tierra. (...) Vosotros sois la luz del mundo»
Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas (Girona, España)Hoy, san Mateo nos recuerda aquellas palabras en las que Jesús habla de la misión de los cristianos: ser sal y luz del mundo. La sal, por un lado, es este condimento necesario que da gusto a los alimentos: sin sal, ¡qué poco valen los platos! Por otro lado, a lo largo de los siglos la sal ha sido un elemento fundamental para la conservación de los alimentos por su poder de evitar la corrupción. Jesús nos dice: —Debéis ser sal en vuestro mundo, y como la sal, dar gusto y evitar la corrupción.
En nuestro tiempo, muchos han perdido el sentido de su vida y dicen que no vale la pena; que está llena de disgustos, dificultades y sufrimientos; que pasa muy deprisa y que tiene como perspectiva final —y bien triste— la muerte.
«Vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5,13). El cristiano ha de dar el gusto: mostrar con la alegría y el optimismo sereno de quien se sabe hijo de Dios, que todo en esta vida es camino de santidad; que dificultades, sufrimientos y dolores nos ayudan a purificarnos; y que al final nos espera la vida de la Gloria, la felicidad eterna.
Y, también como la sal, el discípulo de Cristo ha de preservar de la corrupción: donde se encuentran cristianos de fe viva, no puede haber injusticia, violencia, abusos hacia los débiles... Todo lo contrario, ha de resplandecer la virtud de la caridad con toda la fuerza: la preocupación por los otros, la solidaridad, la generosidad...
Y, así, el cristiano es luz del mundo (cf. Mt 5,14). El cristiano es esta antorcha que, con el ejemplo de su vida, lleva la luz de la verdad a todos los rincones del mundo, mostrando el camino de la salvación... Allá donde antes sólo había tinieblas, incertidumbres y dudas, nace la claridad, la certeza y la seguridad.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«No penséis que el combate al que se os llama es de poca importancia y que la causa que se os encomienda es exigua: ‘Vosotros sois la sal de la tierra’» (San Juan Crisóstomo)
«Precisamente en esta época, los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo. ¡No nos dejemos robar la comunidad!» (Francisco)
«El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la Historia (…). Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo. Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 782)