Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
»Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
«A media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy damos gracias a la Divina Providencia por su bondad al rescatar de la esclavitud más abyecta a la joven Bakhita y conducirla hasta el amable servicio de Dios. Josefina Bakhita fue raptada (sustraída de sus padres) cuando todavía era una niña. Hasta cinco veces fue vendida y revendida en mercados de esclavos, sufriendo todo tipo de vejaciones y malos tratos.
El último “amo” que tuvo, un miembro del cuerpo consular de Italia en Sudán, la trató de modo amable y cordial. Pero, en realidad, éste no fue su último “amo”. En Italia —a donde tuvo que regresar el diplomático— Josefina conoció al auténtico “Dueño”, el verdadero Señor. ¡Un Gran Señor que se ha dejado maltratar en la Cruz por defender nuestra libertad! Él es el Buen Esposo que nos ha rescatado de la peor de las esclavitudes: la orfandad de Dios, la lejanía de Dios.
Bakhita significa “afortunada”. En efecto, tomando el nombre de Josefina, en 1890 tuvo la fortuna de recibir el bautismo y saberse hija de Dios. Algunos años más tarde esta virgen admirable se entregó al Esposo a través del Instituto Santa Magdalena de Canosa (las Madres Canosianas). Al toparse con Dios, el sufrimiento vivido fue para Josefina una escuela de esperanza, un aceite que animaba la antorcha de la fe en Dios.
Pensemos en nuestro caso: ¿cuánto me ha costado encontrar a Dios? ¿Qué precio estoy dispuesto a pagar por mantener encendida esta antorcha? Porque, no lo olvidemos, la comodidad —por no decir la tibieza— instalada en nuestras sociedades nos adormece y… después llegamos tarde: «Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13).
Llevemos en el corazón la oración colecta de la misa de esta santa: «Oh, Cristo, a quien las santas vírgenes como Josefina Bakhita te han amado como único esposo, concédenos que nada nos separe de tu amor y que con esperanza vigilante te encontremos».