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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

25 de Mayo: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia
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Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, el Señor nos invita a entrar en la escuela de su Corazón humilde, y lo hace con palabras llenas de consuelo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). En la fiesta de san Beda el Venerable (672-735), este Evangelio cobra una luz especial, pues su vida fue una respuesta fiel a esta llamada de Jesús a la humildad y pequeñez.

Beda fue monje, estudioso, historiador y, sobre todo, un contemplativo de la Palabra. Desde muy joven abrazó la vida monástica y, como él mismo escribe, «dedicado al estudio de las Escrituras, me esforcé en observar la disciplina de la regla y en la ocupación diaria de cantar en la iglesia». Su existencia transcurrió en la aparente simplicidad del claustro, pero su alma estaba anclada en el yugo suave del Maestro.

La sabiduría que transmitió fue fruto de del Espíritu revelado a los humildes. Jesús mismo proclamó: «Te doy gracias, Padre (…), porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25). Beda es uno de esos pequeños a quienes Dios reveló los misterios de su Reino. No buscó grandezas humanas, pero fue grande en santidad, en sabiduría y en amor a la Iglesia. Su humildad se refleja en su último momento terreno: murió cantando el “Gloria”, entregando su espíritu en alabanza.

El Papa León XIII —quien lo declaró “Doctor de la Iglesia”— dijo de él: «Fue un modelo perfecto de unión entre la ciencia y la piedad, entre la investigación y la oración». Así, san Beda nos enseña que el saber cristiano auténtico nace de la humildad y se ordena a la gloria de Dios.

Su trabajo intelectual no fue mero ejercicio académico, sino servicio humilde a la comunidad cristiana: «Vivir eternamente no significa engañar a la muerte, sino “servir a la vida”, cuidando de los demás en el tiempo que compartimos» (León XIV). Esta sabiduría resuena en la existencia de Beda, que sirvió a la vida de la Iglesia con su pluma, su predicación y su amor silencioso.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El Señor llama a los que trabajan bajo el peso de la ley y del pecado, no para abolir la ley, sino para darles descanso por medio de su gracia» (San Beda el Venerable)

  • «Las Sagradas Escrituras son la fuente constante de la reflexión teológica de san Beda (…). Comenta la Biblia, leyéndola en clave cristológica, convencido de que la clave para entender la Sagrada Escritura como única Palabra de Dios es Cristo y, con Cristo, a su luz, se entiende el Antiguo y el Nuevo Testamento como “una” Sagrada Escritura» (Benedicto XVI)

  • «Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.726)