Nuestra página utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario y le recomendamos aceptar su uso para aprovechar plenamente la navegación

Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

1 de junio: San Justino, mártir
Podcast Descargar
Texto del Evangelio (Mt 5,13-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

»No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que se cumpla. Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

«Vosotros sois la sal de la tierra»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Rubí, Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos muestra el testimonio como la misión esencial del cristiano: «Alumbre así vuestra luz a los hombres» (Mt 5,16). Esta luz nos vendrá de llenarnos del Evangelio y de dejarnos inflamar por el Espíritu Santo. Jesús nos dice también que debemos ser sal: «Vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5,13). ¿Para qué sirve la sal?: principalmente para dos cosas: para dar sabor a la comida y, en aquella época, también para conservar los alimentos. El Señor quiere que demos el sabor de la gracia divina a nuestro mundo que tanto la necesita y que preservemos en nuestra sociedad las buenas costumbres, la buena convivencia, la justicia y el respeto por el valor y la dignidad de toda vida humana.

En todas las épocas ha habido personas que se han tomado muy en serio la llamada de Dios, y el santo cuya memoria hoy veneramos, san Justino (s. II), es una de ellas. En la antigüedad cristiana, él fue sal y luz; al mismo tiempo fue uno de los primeros santos seglares de la Iglesia. Filósofo e investigador nato, encontró en la fe cristiana la razón de su vida y la respuesta a sus preguntas, tal como él mismo declaró ante el prefecto Rústico en el proceso que lo llevó al martirio: «Me he esforzado por conocer todas las doctrinas, y sigo las verdaderas doctrinas de los cristianos». Dice el Papa Francisco en “Lumen Fidei”: «Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso».

A la vez que fue un estudioso de la filosofía y la teología, san Justino fue también uno de los primeros divulgadores y expositores de la doctrina cristiana; a él le debemos la primera exposición detallada de la Eucaristía dominical y sus ritos.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «A nadie le es lícito participar en la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados, y no vive como Cristo nos enseñó» (San Justino)

  • «Justino dedicó su vida al saber, a la búsqueda de la verdad, y en ese esfuerzo descubrió la fe y la necesidad de dar razón de ella. Trabajó en defensa de las verdades reveladas por Dios. Habiendo sido un laico, comprometió su vida con Cristo al punto de entregarla en el martirio» (Benedicto XVI)

  • «Desde el siglo II, según el testimonio de san Justino mártir, tenemos las grandes líneas del desarrollo de la celebración eucarística. Estas han permanecido invariables hasta nuestros días a través de la diversidad de tradiciones rituales litúrgicas (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.345)