Un equipo de 213 sacerdotes comenta el Evangelio del día
213 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’.
»Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’».
«A mí me lo hicisteis»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy nos alegramos con la santidad de una reina del bajo medioevo (ss. XIII-XIV), santa Isabel de Portugal. Fue bautizada con el nombre de Isabel en recuerdo y homenaje de su tía-abuela, santa Isabel de Hungría (1207-1231).
Aun con la distancia temporal y geográfica, llaman la atención los paralelismos de vida santa entre ambas mujeres: dadas en matrimonio desde muy jóvenes, pero heroicamente leales al compromiso conyugal; piadosas y fieles a Dios en medio de ambientes cortesanos; inclinadas —en primera persona— a la atención de los más pobres y marginados, con muchas obras de caridad (realizadas con magnificencia, aprovechando su posición social).
Isabel de Portugal ha podido escuchar las palabras del “Rey de reyes”: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). Ella fundó hospitales, albergues y monasterios. Su corte se convirtió en un centro de caridad cristiana, y era común que ella misma —personalmente— distribuyera limosnas y alimentos.
Una de las virtudes más sobresalientes de Isabel fue su papel como “mediadora de paz”. «La caridad es paciente, es servicial, (…) no busca su propio interés, no se irrita, no piensa mal» (1Cor 13,4-5): hasta su vejez, Isabel fue una pacificadora incansable. En una época en que las disputas dinásticas, territoriales y políticas eran constantes, ella actuó en repetidas ocasiones como instrumento de unidad, desactivando enfrentamientos, incluso cuando las guerras involucraban a su esposo o a su hijo.
Santa Isabel es merecedora del elogio de Jesús hacia quienes fomentan la paz: «Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). El elogio es bonito, pero su consecución es ardua y se apoya en la amistad con el Señor. En palabras del papa León XIV, «la unidad por la que Jesús ora es una comunión fundada en el mismo amor con que Dios ama. Y como tal, es ante todo un “don” que Jesús trae consigo». Isabel, inmersa en el siempre complicado ambiente cortesano, con su piedad habitual, supo “cortejar” al principal Autor de la paz: el Espíritu Santo.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«No se llega a la palabra “hijo de Dios” si no es mediante el nombre “el que pone la paz”» (San Pedro Crisólogo)
«La guerra nunca es inevitable, las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que los aumentan; porque pasarán a la historia quienes siembran la paz, no quienes cosechan víctimas» (León XIV)
«El pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad. También el apóstol debe exhortar a ‘guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz’ (Ef 4,3)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 814)