Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’.
»Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’».
«Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy hacemos memoria de un santo cuyo nacimiento nos interpela a todos. Se trata de san Ramón Nonato (1204-1240). La tradición, en efecto, lo llama así: “nonato” (es decir, no nacido), porque fue extraído del cuerpo de su madre —difunta desde el día anterior— usando un arma de corte (lo equivalente a una cesárea). En realidad, desde el punto de vista espiritual, todos somos unos “nonatos” hasta que no recibimos el bautismo, el sacramento de la “re-generación”.
Nos sorprendemos de la circunstancia peculiar de este santo y resulta que en nuestros días hay muchos “nonatos”. Y esto por no mencionar la plaga del aborto: ¡cuántos nonatos! ¡Miles, cada año! (¡uno sólo ya sería demasiado!). En definitiva, un problema que nos supera. ¡Que Dios se apiade de nosotros!, y lo confiamos a sus manos, pues «serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará» (Mt 25,32), es decir, Él discernirá el corazón de cada uno.
Siendo jovencito, a los 21 años, Ramón oyó hablar de Pedro Nolasco, el fundador del Orden de los Mercedarios, e ingresó en esta congregación. Los mercedarios tenían por misión redimir a los cristianos cautivos de los musulmanes. San Ramón viajó a África donde se entregó a la tarea de predica, consolar, curar, acompañar a los cautivos de los piratas berberiscos, incluso ofreciéndose como secuestrado para la liberación de algunos de ellos. Al santo de hoy se le pueden aplicar muy bien las palabras de Jesús cuando decía: «Era forastero, y me acogisteis (…); enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,35-36).
Todo esto nos podría parecer cosa de otros tiempos. Pero, en nuestras “periferias”, ¿acaso no estamos rodeados de cautivos de todo tipo? Enfermos, “descartados”, esclavos de drogodependencias… ¡No!, no son cosas del pasado. De «pobres siempre los tendréis entre vosotros» (Jn 12,8). Y el Señor resucitado está presente entre nosotros, de manera que también a nosotros nos podrá decir: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).