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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

5 de septiembre: Santa Teresa de Calcuta, religiosa
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Texto del Evangelio (Mt 25,31-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’.

»Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’».

«A mí me lo hicisteis»

Rev. D. Maxi TRONCOSO Peña (Tamayo-Barahona, República Dominicana)

Hoy, y siempre, este evangelio que contemplamos tiene una actualidad muy grande. Se sigue cumpliendo esta llamada, que el Señor un día nos hará, de pasar junto a Él a heredar el reino de Dios preparado para nosotros desde la creación del mundo. ¡Qué maravilla! Dios siempre ha deseado este reino para nosotros.

Pero parece que es un reino que no se hereda por pura pasividad, sino que conlleva la entrega de la vida en muchas de las realidades que nos rodean y que tantas veces también tendemos a rechazar porque nos pueden repugnar: visitar al enfermo o al encarcelado; dar de comer al hambriento o de beber al sediento; vestir al que está desnudo o acoger al forastero.

El reino de los cielos no es para los cómodos ni los satisfechos, sino para aquellos que han sabido amar al hermano como su propia carne porque han visto en el rostro ajeno la imagen de Cristo que lo necesita. Tal como afirmó el papa Francisco, «amar a Dios y al prójimo no es algo abstracto, sino profundamente concreto: quiere decir ver en cada persona el rostro del Señor que hay que servir, y servirle concretamente». Es a Cristo a quien amamos cuando amamos con generosidad magnánima a los hermanos.

Los pobres son el signo de la presencia de Dios entre nosotros, ya que en cada uno de ellos es Cristo quien se hace presente, dice madre Teresa de Calcuta cuya fiesta celebramos hoy. Y esa presencia, que lo llena todo, que lo invade todo, presencia divina, se hace palpable en el hambriento y en el sediento; en el forastero y en el desnudo; en el enfermo y en el encarcelado. Podemos decir que abrazar amorosamente al otro es abrazar a Cristo. Así lo ha querido hacer el Señor y así nos lo recuerda: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El hambre de amor es mucho más difícil de eliminar que el hambre de pan» (Santa Teresa de Calcuta)

  • «Cristo mismo, que es Dios, se ha despojado a sí mismo, haciéndose igual a los hombres; y no ha elegido una vida de privilegio, sino la condición de siervo. Nació en una familia humilde y trabajó como artesano... Al principio de su predicación, anunció que en el Reino de Dios los pobres son bienaventurados. Estaba en medio de los enfermos, los pobres y los excluidos, mostrándoles el amor misericordioso de Dios» (Francisco)

  • «El amor de la Iglesia por los pobres pertenece a su constante tradición (…). Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.444 y 2.447)