Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
«Aprended de mí (…) y hallaréis descanso para vuestras almas»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy escuchamos con gusto estas palabras de Jesús tan oportunas para nuestros tiempos: «Venid a mí todos (…) y yo os daré descanso» (Mt 11,28). ¡Cuánta necesidad tenemos de este descanso! Ya desde muy joven el Padre Pío experimentó el deseo de “descansar en el Señor”. En 1903, a los dieciséis años, realizó su deseo ingresando en el orden de los Capuchinos.
El descanso de Jesús —de entrada— nos sorprende: Él habla de “su yugo” y de “su carga” (cf. Mt 11,30). ¿Qué yugo y qué carga son esos? ¡Es el amor! Sí, el Amor que Dios nos manifiesta hasta el extremo, hasta el fin… entregándose en la Cruz. Y nos preguntamos: ¿era necesario llegar hasta la Cruz? La única respuesta segura es que, de hecho, el Señor quiso llegar a la cruz, dando cumplimiento a su profecía: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Con su entrega hasta el fin, Jesucristo deja claro que no se puede amar sin esfuerzo. San Agustín afirmó que «mi amor es mi peso». Así son las cosas: los amores “sin peso” no son amores y, a la vez, los pesos sin amor son insoportables. El Hijo de Dios no vino a quitarnos —sin más— los sufrimientos; más bien vino a “educarnos” en el sufrimiento..., en el amor.
El 20 de septiembre de 1918 el Padre Pío experimentó un don singular: recibió los estigmas de Cristo. San Pío de Pietrelcina llevó esas heridas durante 50 años no como una desgracia, sino todo lo contrario: como una gracia de Dios, pues —decía— «para alcanzar nuestro último fin hay que seguir al divino Jefe, que quiere llevar al alma elegida al camino que Él siguió: el de la abnegación y la Cruz».
Su estilo de vida se ajustó a esa realidad: el Padre Pío se hizo siervo del sacramento de la Penitencia —tarea a la que dedicó muchísimas horas— y del Sacrificio del altar —tarea que realizó siempre con detenimiento: «Antes se acabaría el mundo si se dejara de celebrar misa que si se apagara el sol».
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Reza, ten fe y no te preocupes. La preocupación es inútil. La oración es la mejor arma que tenemos; debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón» (San Pío de Pietrelcina)
«La primera preocupación del Padre Pío, su anhelo sacerdotal y paterno, fue siempre que las personas volvieran a Dios, que experimentaran su misericordia y, renovadas interiormente, redescubrieran la belleza y la alegría de ser cristianas» (Benedicto XVI)
«En este combate contra la inclinación al mal, ¿quién será lo suficientemente valiente y vigilante para evitar toda herida del pecado? (…). Era necesario que [la Iglesia] fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta en el último momento de su vida» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 979)
10 de noviembre
Domingo 32 (B) del tiempo ordinario
Vídeo del Evangelio y comentario
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