Nuestra página utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario y le recomendamos aceptar su uso para aprovechar plenamente la navegación

Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

11 de octubre: Santa Soledad Torres Acosta, religiosa
Podcast Descargar
Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y para poner a prueba a Jesús, le preguntó: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’.

»¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

«Un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión»

Rev. D. Miguel BONET Nicolau (Barcelona, España)

Hoy celebramos el “dies natalis” de santa Soledad Torres Acosta (1826-1887), su nacimiento a la vida eterna. «Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso» (Lc 6,36): hemos de tener entrañas de misericordia hacia el débil que sufre. «Estaba (…) enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36): los cristianos no podemos olvidar que lo que hacemos al hermano se lo hacemos al Hijo de Dios.

Madre Soledad tuvo esta intuición de servir al enfermo en su propia casa, en su propio ambiente. Éste fue su carisma, la gracia del Espíritu que le movió y que siguen las Siervas de María.

El Papa Francisco insiste en la necesidad de ir a las periferias existenciales, ahí donde el ser humano sufre moral y físicamente, para levantarlo de la postración, al estilo de Cristo que vino a buscar lo que estaba perdido. Madre Soledad y las Siervas de María saben ver en el enfermo a Cristo que sufre en sus miembros, como diría el apóstol Pablo.

En su exhortación “Una Iglesia Samaritana”, el Cardenal Martínez Sistach, cuando era Arzobispo de Barcelona, decía que los creyentes al estilo de Cristo tenemos que acercarnos al hombre herido, sin miedo a “la contaminación ritual” o “legal”; la dignidad del ser humano es lo importante. «Estuve enfermo y me visitasteis (…)»: esta máxima movió a la Madre Soledad. Y la Iglesia nos la propone como ejemplo a seguir, sabiendo que seguimos los pasos de Cristo, el Buen Samaritano.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «¡Dios mío! Si la tardanza en abrirme las puertas de tu casa es para probar mi constancia, esperaré, pero si es porque quieres de mí otra cosa, manifiéstame tu voluntad» (Santa Soledad Torres Acosta)

  • «Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde, encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios» (Benedicto XVI)

  • «‘Si no tengo caridad —dice también el apóstol— nada soy...’. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... ‘si no tengo caridad, nada me aprovecha’ (1Cor 13,1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: ‘Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad’ (1Cor 13,13)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.826)