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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

11 de noviembre: San Teodoro el Estudita, religioso
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Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

«Aprended de mí (…) y hallaréis descanso para vuestras almas»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy conmemoramos —con las iglesias del Oriente cristiano— a san Teodoro el Estudita (759-826), monje y abad del Monasterio Studion, teólogo y escritor bizantino. Él nos anima a dirigir nuestra mirada al cielo a través de las imágenes (iconos), tanto de Cristo como también de los santos. En esa mirada hallaremos descanso para nuestras almas (cf. Mt 11,29).

San Teodoro vivió un período bastante agitado del medioevo bizantino. «Con su acostumbrada energía, se convirtió en jefe de la resistencia contra la iconoclasia, que se opuso nuevamente a la existencia de imágenes e iconos en la Iglesia» (Benedicto XVI). En efecto, Teodoro argumentó que los iconos son ventanas a lo divino y herramientas esenciales para la educación espiritual de los fieles: «Los iconos son para los ojos lo que las Escrituras son para los oídos» y, lógicamente, «quien venera el icono, venera en él la realidad que representa».

En el Antiguo Testamento estaban radicalmente excluidas de la piedad judía las imágenes de la divinidad, porque llevaban a la idolatría: el Verbo de Dios todavía no se había encarnado, de modo que la mirada dirigida a una imagen (estatuas, ídolos, becerros…) no remitía más allá de la misma imagen, y era confundida inmediatamente con las divinidades. Eran dioses que tenían ojos y no veían; orejas y no oían; boca y no hablaban… (cf. Sal 115,4-8).

Pero con la encarnación del Hijo de Dios esto cambió radicalmente. Cristo es el rostro visible del Padre: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9). Desde ese momento, los iconos nos enseñan a venerar y respetar la imagen del Dios encarnado y de los santos, recordándonos constantemente su santidad y su ejemplo a seguir.

Teodoro afirmaba que «el corazón debe estar continuamente en oración, incluso mientras trabajamos o descansamos». Pues bien, para quienes estamos llamados a ser “contemplativos en medio del mundo”, un autor moderno que ha contribuido a impulsar la piedad laical, nos recomienda: «Emplea esas santas “industrias humanas” que te aconsejé para no perder la presencia de Dios: jaculatorias, actos de Amor (…), “miradas” a la imagen de Nuestra Señora…» (San Josemaría).

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Al venerar las imágenes de los santos, nos unimos espiritualmente a ellos, buscamos su intercesión y nos esforzamos por seguir su ejemplo» (San Teodoro el Estudita)

  • «Teodoro había comprendido que la cuestión de la veneración de los iconos afectaba a la verdad misma de la Encarnación (…). Y argumenta: abolir la veneración del icono de Cristo significaría cancelar su misma obra redentora» (Benedicto XVI)

  • «Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado. Por eso se puede “pintar” la faz humana de Jesús (Ga 3,2). En el séptimo Concilio ecuménico (Nicea II, a. 787) la Iglesia reconoció que es legítima su representación en imágenes sagradas» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 476)