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Temas evangeli.net

¡El tránsito a un nuevo tiempo! La Divina Misericordia

  1. Avisos, milagros y castigos
    1. ¿Milagros?
      1. «Oyes su voz pero no sabes de dónde viene ni adónde va» (Jn 3,8)

1o) «El Cordero (…) los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida» (Ap 7,17). Ya ha sido mencionado el manantial de agua de Massabielle (Lourdes). En la vida de Bernadette Soubirous, esta fuente produjo muchas gracias y dones, entre ellas curaciones corpóreas inexplicables humanamente.

Pero aquella fuente parecía tener una suerte de comportamiento “caprichoso”, como la misma Señora: unos se curaban repentinamente, otros lentamente, otros mejoraban… Y es que Dios otorga sus dones a quien quiere y como quiere: «Cada uno tiene de Dios su propio don, uno de una manera, otro de otra» (1Cor 7,7):

a) Aunque ya se había producido alguna “pequeña” curación, el primer gran beneficiado de aquella fuente fue el hijo de los Bouhouhorts (Justin). Nacido enfermo, paralítico, cuando tenía sólo dos años estaba en la agonía, con el sistema nervioso atrofiado: ¡nada se podía hacer! Excepción hecha de lo que se le ocurrió repentinamente a su madre, Croisine. Tomó el niño ya medio muerto, lo envolvió con el delantal que ella llevaba (era invierno), se lo llevó al manantial recientemente surgido por obra de “La Señora” y allí lo sumergió desnudo en el agua (unos hombres acababan de construir como una pequeña pileta a fin de retener aquella agua, que estaba prácticamente helada). La gente se pensaba que aquella mujer había enloquecido, porque el niño iba a morir congelado.

b) Pero al cabo de un cuarto de hora de baño a temperaturas gélidas, Justin se había curado para siempre de aquella enfermedad congénita y mortal. Al día siguiente, por primera vez en su vida, el niño conseguía aguantarse sentado en su cama. El 8 de diciembre de 1933, el viejo jardinero de Pau (el que había estado en una agonía irreversible 76 años antes), lo encontramos en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, asistiendo desde primera fila a la canonización de santa Bernadette.

c) Muchos miles de personas (quizá millones, desde entonces) han tomado baños con el agua de Lourdes. Se han documentado algunos miles de curaciones inexplicables. Sin embargo, la mayor parte de los “peregrinos bañistas” han manifestado simplemente su confianza en La Señora y han salido consolados, curados en su esperanza (seguramente fortalecidos para santificar el dolor y, así, acompañar con alegría a Jesucristo-Sufriente). El mismo Papa Juan Pablo II dio un gran testimonio yendo allí al final de su vida, ya muy enfermo, como un peregrino más ante la Virgen…

d) De hecho, el imponente decano y párroco de Lourdes, Marie-Dominique Peyramale, le había dicho a Bernadette —burlándose de ella— que exigiera a “La Señora” la realización de un milagro concreto: hacer florecer cuando todavía era invierno el rosal silvestre que había arrapado a la roca en la que Ella se aparecía. Bernadette se comprometió a transmitir la exigencia del Padre Peyramale. Se produjo una gran expectación con el rosal que tenía que florecer milagrosamente, pero allí no hubo más rosas que las dos que llevaba Santa María sobre sus pies y que sólo la vidente veía… Fue el mismo día que Bernadette regresó a su casa con la cara sucia de barro. ¡Decepción generalizada entre la gente! ¡Dios tiene su libertad y su Madre también!

El párroco Peyramale, afortunadamente, evolucionó en su actitud, vencido por la humildad, sencillez y firmeza de la vidente. Años después, lo encontramos sentado al lado del lecho de muerte de Bernadette, besando una de las manos de la futura santa, ya a punto de morir…: —Sí, tú la has visto, ¡oh hija mía! La has visto y volverás a verla.

2o) «Vuestro Padre que está en los cielos, (…) hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores» (Mt 5,45). En Fátima comprobamos tres cuartos de lo mismo: la “Virgen del Rosario” no se deja “manipular”. Cuando los videntes le suplican diversas curaciones para personas conocidas suyas, Santa María respondió que curaría a ‘algunos, pero no a todos, porque el Señor no se fía de ellos’ (palabras que nos recuerdan a Jn 2,24-25: «Jesús no se fiaba de ellos —muchos en Jerusalén habían creído viendo los milagros—, porque los conocía a todos (…); conocía el interior de cada hombre»).

3o) «Habrá señales en el sol» (Lc 21,25). Aun y así, en atención a los videntes, para facilitar que la gente creyera en sus testimonios, “Nossa Senhora de Fátima” les anunció que en su última aparición propiciaría una señal que todos (quienes quisiesen) podrían ver.

Fue, efectivamente, el 13 de octubre de 1917. Miles de personas vieron la “danza del sol”: la señal de Dios consistió en que se abrió el cielo (hasta mediodía estuvo lloviendo a cántaros); se vio el sol con una luminosidad especial, atenuada (se le podía mirar directamente); parecía como un globo de nieve que giraba sobre sí mismo; se le vio como si cayera haciendo un zig-zag… Pero no todo el mundo percibió el fenómeno de igual manera y, de hecho, no faltaron personas (y medios de comunicación) que lo negaron o que lo explicaron rebajando los hechos a nivel de fenómeno de histeria o de ilusión colectiva. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!

4o) «A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida en que Cristo quiere otorgar sus dones» (Ef 4,7). Incluso la Madre de Dios no se ha comportado de igual manera ni siquiera con los propios videntes (cuando éstos han sido más de uno). En concreto, como muestra, podemos destacar:

a) En Fátima: los tres videntes (entre 8 y 11 años) vieron a la Senhora, pero Ella sólo se dirigió en conversación a Lucia; Francisco no pudo escuchar la voz de la Virgen María, pero sí que percibió lo que decía su prima; Jacinta pudo escucharlo todo, pero no participó en la conversación.

b) En Garabandal: las cuatro videntes —Conchita, Mari Loli, Jacinta y Mari Cruz; entre 11 y 12 años de edad— gozaron de un ritmo diverso de éxtasis y de gracias. Sin duda, la escogida como principal interlocutora fue Conchita, a la cual la Virgen María le dejó el encargo de transmitir al mundo los avisos cuando llegara el momento fijado (que sólo ella conoce).

c) En Mejugorje: son seis videntes (Ivanka, Mirjana, Ivan, Marija, Vicka i Jakov; entre 10 y 16 años), los cuales han ido experimentando con el paso del tiempo un ritmo diverso de apariciones. También en este caso, Santa María ha escogido una —Mirjana— para transmitir los avisos en el momento señalado (que ella ya conoce). Además, dos niñas de 10 años (Jelena y Marijana), entre 1983 y 1987, recibieron locuciones interiores de parte de la Reina de la Paz.

5o) «Yo te alabo Padre, (…) porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25). Realmente es para dar gracias a Dios: no tiene explicación humana el hecho de que criaturas tan pequeñas y de ambiente rural (con escasa cultura) hayan podido hablar de los misterios de la fe con tanta altura espiritual. El hecho contrasta con la desacertada actitud de periodistas, autoridades e, incluso, eclesiásticos, y de otras personas “eruditas”. Ciertamente, «de la boca de los pequeños y de los niños de pecho te preparaste la alabanza» (Mt 21,16; cf. Sal 8,3).

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