Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
Él entró en la habitación de su padre y dijo: «Padre». Respondió Isaac: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?». Respondió Jacob a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito; he hecho lo que me mandaste; incorpórate, siéntate y come lo que he cazado; después me bendecirás tú». Isaac dijo a su hijo: «¡Qué prisa te has dado para encontrarla!». Él respondió: «El Señor, tu Dios, me la puso al alcance». Isaac dijo a Jacob: «Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mi hijo Esaú o no». Se acercó Jacob a su padre Isaac, y éste lo palpó, y dijo: «La voz es la voz de Jacob, los brazos son los brazos de Esaú». Y no lo reconoció, porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Y lo bendijo. Le volvió a preguntar: «¿Eres tú mi hijo Esaú». Respondió Jacob: «Yo soy».
Isaac dijo: «Sírveme la caza, hijo mío, que coma yo de tu caza, y así te bendeciré yo». Se la sirvió, y él comió. Le trajo vino, y bebió. Isaac le dijo: «Acércate y bésame, hijo mío». Se acercó y lo besó. Y, al oler el aroma del traje, lo bendijo, diciendo: «Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma de mi hijo; que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y vino. Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las naciones. Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti. Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga».
Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable. Porque él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos.
«Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán»
Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro (Cunit, Tarragona, España)Hoy notamos cómo con Jesús comenzaron unos tiempos nuevos, una doctrina nueva, enseñada con autoridad, y cómo todas las cosas nuevas chocaban con la praxis y el ambiente dominante. Así, en las páginas que preceden al Evangelio que estamos contemplando, vemos a Jesús perdonando los pecados al paralítico y curando su enfermedad, mientras que los escribas se escandalizan; Jesús llamando a Mateo, cobrador de impuestos y comiendo con él y otros publicanos y pecadores, y los fariseos “subiéndose por las paredes”; y en el Evangelio de hoy son los discípulos de Juan quienes se acercan a Jesús porque no comprenden que Él y sus discípulos no ayunen.
Jesús, que no deja nunca a nadie sin respuesta, les dirá: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). El ayuno era, y es, una praxis penitencial que contribuye a «adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón» (Catecismo de la Iglesia, n. 2043) y a impetrar la misericordia divina. Pero en aquellos momentos, la misericordia y el amor infinito de Dios estaba en medio de ellos con la presencia de Jesús, el Verbo Encarnado. ¿Cómo podían ayunar? Sólo había una actitud posible: la alegría, el gozo por la presencia del Dios hecho hombre. ¿Cómo iban a ayunar si Jesús les había descubierto una manera nueva de relacionarse con Dios, un espíritu nuevo que rompía con todas aquellas maneras antiguas de hacer?
Hoy Jesús está: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), y no está porque ha vuelto al Padre, y así clamamos: ¡Ven, Señor Jesús!
Estamos en tiempos de expectación. Por esto, nos conviene renovarnos cada día con el espíritu nuevo de Jesús, desprendernos de rutinas, ayunar de todo aquello que nos impida avanzar hacia una identificación plena con Cristo, hacia la santidad. «Justo es nuestro lloro —nuestro ayuno— si quemamos en deseos de verle» (San Agustín).
A Santa María le suplicamos que nos otorgue las gracias que necesitamos para vivir la alegría de sabernos hijos amados.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«El ayuno es el timón de la vida humana y rige toda la nave de nuestro cuerpo» (San Pedro Crisólogo)
«A vino nuevo, odres nuevos. Y por esta razón la Iglesia nos pide, a todos nosotros, algunos cambios, nos pide dejar a un lado las estructuras perecederas: ¡No sirven! Y tomar otras nuevas, las del Evangelio» (Francisco)
«Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con ‘el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra’. En los laicos, esta evangelización ‘adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo’ (Concilio Vaticano II)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 905)