Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro.
Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos, para los que guardan la alianza.
»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy, la Iglesia celebra con gozo y gratitud a santa Catalina de Siena (1347-1380). Con gozo porque en ella se hicieron realidad las palabras de Cristo: «Porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Impresiona el grado de madurez interior y de unión amorosa —hasta los místicos desposorios— en Jesucristo de una chica tan joven como Catalina.
Dios mismo lleva en su “ADN” la sencillez, la discreción. Así actuó el Mesías: nació en un establo y resucitó sin triunfalismos. Él era el Rey anunciado y esperado desde David, pero su corona real está hecha de espinas y su trono es la Cruz. En una de sus visiones místicas, Catalina vio que Jesús le presentaba dos coronas, una de oro y otra de espinas. Ella, respondiendo que su reposo era el dolor del Señor, escogió la de espinas… «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28): Catalina reposa en el sufrimiento de Cristo; Jesús reposa en la sencillez de la joven santa.
Catalina, buena conocedora de su Amado, tenía viva conciencia de la grandeza del hombre porque Dios mismo es un enamorado de cada uno de nosotros: «¿Qué cosa fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella. Por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno».
Finalmente, la gratitud de la Iglesia hacia Catalina por su tarea conciliadora. En aquel tiempo, la Iglesia vivió un triste periodo de divisiones, internas y externas. Lo más lamentable fue el “exilio de Aviñón”. Desde el 1305, un total de siete papas residieron en Aviñón. Las oraciones y las gestiones de santa Catalina —también de otras personalidades, como santa Brígida— consiguieron que en 1367 el Papa Urbano V retornara a la Ciudad Eterna. ¡Gracias sean dadas eternamente a las santas mujeres que tanto han hecho —frecuentemente más de lo que sabemos— por la Iglesia!
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno» (Santa Catalina de Siena)
«También hoy la Iglesia recibe un gran beneficio del ejercicio de la maternidad espiritual de numerosas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el pensamiento de Dios, fortalecen la fe de la gente y orientan la vida cristiana hacia cumbres cada vez más elevadas» (Benedicto XVI)
«En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman (cf. Rom 8,28). El testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad. Así, santa Catalina de Siena dice (…): ‘Todo procede del amor; todo está ordenado a la salvación del hombre. Dios no hace nada que no sea con este fin’ (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 313)