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Temas evangeli.net

Mujer y Varón (Teología del cuerpo de Juan Pablo II)

  1. El amor del hombre de los orígenes
    1. Una historia que viene de lejos

Que la felicidad del hombre radica en el amor es algo que lo sabe todo el mundo. Basta con contemplar la naturaleza humana: el hombre es un ser “de diseño”, “calculado” para amar. Además de ser inteligente y de tener voluntad, su propio cuerpo tiene unas posibilidades orientadas hacia el amor tales como no tiene ningún otro cuerpo animado. El problema surge a la hora de discernir qué es amor (porque hay “amores” que matan) y, en todo caso, averiguar a qué tipo de amor está destinado el hombre.

La Revelación lo afirma claramente: antes de la creación del mundo, Dios había escogido al hombre —a cada hombre— para devenir hijo de Dios (cf. Ef 1,3-5). Es éste un dato que nos interesa muchísimo porque nos resuelve el interrogante que planteábamos en el párrafo anterior: tener por destino la filiación divina significa que el hombre está llamado a amar como Dios mismo ama. Y éste es un modelo del cual los cristianos, afortunadamente, disponemos datos seguros.

Por tanto, esta historia viene de lejos: desde antes de la creación del mundo, es decir, desde la eternidad. Con razón Juan Pablo II puede afirmar que «Dios busca al hombre movido por su corazón de Padre» (TMA 7). Es una afirmación fuerte: de hecho, Él hace todo lo posible para atraer al hombre (cf. CIC 27). Es un dato fundamental para tener en cuenta; no podemos prescindir de esta perspectiva. Quien pretende zafarse de todo ello acaba por dar la razón a Dios (la “huida” es también cosa antigua, como veremos después).

Toda la fantástica obra de la creación —podríamos decir— milimétricamente calculada tiene una finalidad: la gloria de Dios i la unión íntima y vital del hombre con Dios. Empresa ésta no poco ambiciosa, porque es más difícil de lo que nos pensamos. Con palabras del Dr. Cardó, «sacar el mundo a partir de la dócil nada fue para Dios un juego; sacar el “sobre-mundo” a partir de la rebelde “nada” [esto es, del hombre] le resultó todo un trabajo» , es decir, mucho más fácil le ha resultado a la divinidad crear todo el Universo que conquistar —respetando nuestra libertad— el corazón de uno solo de nosotros. Somos prácticamente nada y venimos de la nada; a pesar de todo, nuestra libertad puede “pararle los pies a Dios” cuando nos refugiamos en la denominada “libertad del taxi” y huimos de los compromisos de servicio a los otros.

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