Un equipo de 200 sacerdotes comenta el Evangelio del día
200 sacerdotes comentan el Evangelio del día
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)
Tú crees que hay un solo Dios; muy bien, pero eso lo creen tambien los demonios, y los hace temblar. ¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil? ¿No quedó justificado Abrahán, nuestro padre, por sus obras, por ofrecer a su hijo Isaac en el altar? Ya ves que la fe actuaba en sus obras, y que por las obras la fe llegó a su madurez. Así se cumplió lo que dice aquel pasaje de la Escritura: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación». Y en otro pasaje se le llama «amigo de Dios». Veis que el hombre queda justificado por las obras, y no por la fe sólo. Por lo tanto, lo mismo que un cuerpo sin espíritu es un cadáver, también la fe sin obras es un cadáver.
En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame»
Rev. D. Joaquim FONT i Gassol (Igualada, Barcelona, España)Hoy el Evangelio nos habla de dos temas complementarios: nuestra cruz de cada día y su fruto, es decir, la Vida en mayúscula, sobrenatural y eterna.
Nos ponemos de pie para escuchar el Santo Evangelio, como signo de querer seguir sus enseñanzas. Jesús nos dice que nos neguemos a nosotros mismos, expresión clara de no seguir "el gusto de los caprichos" —como menciona el salmo— o de apartar «las riquezas engañosas», como dice san Pablo. Tomar la propia cruz es aceptar las pequeñas mortificaciones que cada día encontramos por el camino.
Nos puede ayudar a ello la frase que Jesús dijo en el sermón sacerdotal en el Cenáculo: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto» (Jn 15,1-2). ¡Un labrador ilusionado mimando el racimo para que alcance mucho grado! ¡Sí, queremos seguir al Señor! Sí, somos conscientes de que el Padre nos puede ayudar para dar fruto abundante en nuestra vida terrenal y después gozar en la vida eterna.
San Ignacio guiaba a san Francisco Javier con las palabras del texto de hoy: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?» (Mc 8,36). Así llegó a ser el patrón de las Misiones. Con la misma tónica, leemos el último canon del Código de Derecho Canónico (n. 1752): «(...) teniendo en cuenta la salvación de las almas, que ha de ser siempre la ley suprema de la Iglesia». San Agustín tiene la famosa lección: «Animam salvasti tuam predestinasti», que el adagio popular ha traducido así: «Quien la salvación de un alma procura, ya tiene la suya segura». La invitación es evidente.
María, la Madre de la Divina Gracia, nos da la mano para avanzar en este camino.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Yo hasta el presente soy un esclavo. Mas si lograse sufrir el martirio, quedaré liberado en Jesucristo y resucitaré libre en Él» (San Ignacio de Antioquía)
«La tradición teológica, espiritual y ascética, desde los tiempos más antiguos ha mantenido la necesidad del seguimiento de Cristo en la pasión, no sólo como imitación de sus virtudes, sino también como cooperación en la redención universal» (San Juan Pablo II)
«La Cruz es el único sacrificio de Cristo ‘único mediador entre Dios y los hombres’ (1Tm 2,5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, ‘se ha unido en cierto modo con todo hombre’, Él ‘ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual’ (Concilio Vaticano II). Él llama a sus discípulos a ‘tomar su cruz y a seguirle’ (Mt 16,24) (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 618)