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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

12 de Mayo: Beato Álvaro del Portillo, obispo (1914-1994)
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Texto del Evangelio (Jn 10,11-16): En aquel tiempo, Jesús habló así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor».

«El buen pastor da su vida por las ovejas»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy la Iglesia celebra la memoria del beato Álvaro del Portillo coincidiendo con el aniversario de su Primera Comunión. La fecha elegida para celebrar litúrgicamente a este santo pastor, 12 de mayo, no es casual: vivió enamorado de Jesús-Eucaristía, desde pequeño hasta su etapa de venerable obispo.

Como «buen pastor que da su vida por las ovejas» (Jn 10,11), en una carta pastoral (del año 1986) describió la santa misa con gran belleza y realismo: «¡No nos acostumbremos nunca a celebrar o a participar en el Santo Sacrificio! Un alma de fe reconoce en el Sacrificio del altar el portento más extraordinario que se lleva a cabo en este mundo nuestro». ¡Lo más importante! Álvaro nunca se acostumbró a vivir la misa, ni cuando era laico ni cuando fue sacerdote y obispo.

En un período difícil de su vida, incorporado a un campamento militar de preparación de oficiales, logró obtener permiso para asistir a misa. Para ello debía levantarse mucho antes que sus compañeros, acudir —andando un largo trecho— hasta la iglesia de un pueblo y regresar a tiempo. Era en pleno invierno, con un frío insoportable. El beato Álvaro no sólo perseveró en su propósito, sino que al final de aquel período de campamento una cuarentena de compañeros suyos le acompañaba en aquel heroico acto de piedad.

En la citada carta pastoral continuaba diciendo: «Asistir a la Misa —para los sacerdotes, celebrarla—, significa tanto como desligarse de los lazos caducos de lugar y de tiempo, propios de nuestra condición humana, para situarnos en la cima del Gólgota, junto a la Cruz donde Jesús muere por nuestros pecados».

¡El Gólgota!... Dios le concedió al beato como un “premio” especial al final de su vida: era el año 1994 cuando, terminando su peregrinación a Tierra Santa, tuvo la dicha de celebrar misa en el llamado “Cenaculino” (muy próximo al Cenáculo de Jesús), con gran emoción y piedad. Era el último acto de aquella peregrinación. A las pocas horas, justo después de llegar a Roma, Dios lo llamó a su presencia, lleno de gozo por la experiencia vivida en aquellas últimas horas y días. De hecho, al conocer esos detalles, el propio Juan Pablo II dijo: «¡Qué suerte!».


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «La fidelidad que Dios nos exige, y que nos vuelve felices, no consiste en la fidelidad del que nunca cae sino en la del que siempre se alza, con la mirada puesta en el Cielo» (Beato Álvaro del Portillo)

  • «El beato Álvaro del Portillo nos enseña que la santidad está al alcance de todos. Su vida nos muestra que la fidelidad a Dios en las pequeñas cosas cotidianas es lo que hace grande nuestra existencia» (Francisco)

  • «La Iglesia, ya en la tierra se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta. En sus miembros, la santidad perfecta está todavía por alcanzar: ‘Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre’ (Concilio Vaticano II)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 825)