Nuestra página utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario y le recomendamos aceptar su uso para aprovechar plenamente la navegación

Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

27 de Junio: San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia
Podcast Descargar
Texto del Evangelio (Mt 5,13-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

»No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que se cumpla. Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

«Si la sal se desvirtúa, ya no sirve para nada»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy veneramos a un invencible defensor de la maternidad divina de María. San Cirilo de Alejandría (370/80-444) protagonizó —en torno al Concilio de Éfeso— una férrea lucha contra el obispo Nestorio, el cual afirmaba de Santa María ser simplemente la “Madre de Cristo”, rechazando el título de “Madre de Dios”. El problema de fondo era la negación de la divinidad de Jesucristo. Pero, si Jesús no es Dios, entonces…, ¿quién nos salva? Con demasiada facilidad se habla de un Jesús equiparado —sin más— a otros líderes o maestros religiosos. Pero «si la sal se desvirtúa, (…) ya no sirve para nada» (Mt 5,13); si la divinidad de Cristo se diluye, su sacrificio, su resurrección… ¿Qué esperanza nos queda?

El obispo alejandrino —conocido como el “custodio de la exactitud”— fue un firme testigo de Jesucristo, Verbo de Dios encarnado, subrayando sobre todo la unidad: «Uno solo es el Hijo, uno solo el Señor Jesucristo, ya sea antes de la encarnación, ya después de la encarnación».

San Cirilo, consciente de la popularidad y arraigo del título “Madre de Dios” en la fe del Pueblo fiel, advirtió a Nestorio: «Es necesario exponer al pueblo la enseñanza de la fe de la manera más irreprensible; quien escandaliza, aunque sea a uno solo de los pequeños que creen en Cristo, padecerá un castigo intolerable».

«De la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que se cumpla» (Mt 5,18): otra gran cualidad que admiramos de san Cirilo de Alejandría es su fidelidad a la tradición de la Iglesia. Cirilo es conocido también como el “sello de los Padres”: «Fue constante su referencia a los autores eclesiásticos precedentes (entre ellos, sobre todo, a Atanasio) con el objetivo de mostrar la continuidad de la propia teología con la tradición. En la tradición de la Iglesia reconocía la garantía de continuidad con los Apóstoles y con Cristo mismo» (Benedicto XVI). ¡Es la luz que necesitamos!

Concédenos, Señor Dios, a quienes reconocemos a María como verdadera “Madre de Dios”, ser salvados por la encarnación de tu Hijo Jesucristo.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «No era un Hijo el Logos nacido de Dios Padre, y otro el nacido de la Santísima Virgen; sino que creemos que precisamente Aquel que existe antes de los tiempos nació también según la carne de una mujer» (San Cirilo de Alejandría)

  • «La fe en Jesús Logos nacido del Padre está también muy arraigada en la historia, pues, como afirma san Cirilo, este mismo Jesús entró en el tiempo al nacer de María, la “Theotokos”, y estará siempre con nosotros, según su promesa. Y esto es importante: Dios es eterno, nació de una mujer y sigue con nosotros cada día» (Benedicto XVI)

  • «María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como ‘la madre de mi Señor’ desde antes del nacimiento de su hijo (cf. Lc 1,43). (…) La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [“Theotokos”]» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 495)