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Contemplar el Evangelio de hoy

Evangelio de hoy + homilia (de 300 palabras)

13 de agosto: San Máximo el Confesor
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Texto del Evangelio (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

«Sal de la tierra; luz del mundo»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy veneramos la memoria san Máximo, con razón apodado “el Confesor”. Mucho padeció —hasta perder la vida— por su heroica confesión de la fe en un punto clave: la controversia en torno a la voluntad humana de Jesucristo. «Había surgido la teoría [“monotelismo”] según la cual Cristo sólo tenía una voluntad, la divina. Para defender la unicidad de su persona, negaban que tuviera una auténtica voluntad humana» (Benedicto XVI).

Algunos, pretendiendo resolver un misterio (la doble naturaleza en Cristo), destruyeron el misterio. Pero Dios no nos ha confiado sus misterios para que los resolvamos como una ecuación, sino para que los contemplemos. Máximo, desde su juventud, se aplicó a la oración y al estudio de la Escritura. ¡Éste es el camino!

Nosotros, con san Máximo, reaccionamos contundentemente: si Cristo no tuvo realmente voluntad humana, ¿qué clase de hombre era? Un hombre así “amputado” —en lo más profundo de su ser, sin voluntad humana—, ¿cómo podría solidarizarse conmigo?, ¿con mi dolor? Lo de Jesús en Getsemaní, ¿fue, entonces, una ficción?

¡Getsemaní! —¿Cuántas veces has estado tú ahí acompañando a Cristo en su agonía? De san Máximo nos han llegado unas meditaciones sobre la agonía de Jesús. Consideremos una de sus afirmaciones: «Jesús, hecho por nosotros uno de los nuestros, se expresaba al modo humano cuando decía al Padre: ‘No se haga mi voluntad, sino la tuya’. Quien por naturaleza era Dios tenía también como hombre la voluntad de que en todo se cumpliera la voluntad del Padre». Ahí está la entraña de nuestro feliz destino: amar la voluntad de nuestro Padre y Señor. ¡Ésta sí que es auténtica liberación!

Para consuelo nuestro ahí está Cristo, sin ficciones: «Jesús, luchando, arrastra a la naturaleza [humana] recalcitrante hacia su verdadera esencia» (Benedicto XVI). ¿Qué esencia? La libertad de los hijos que aman la voluntad del Padre eterno, a quien todo lo debemos. Para “reparar” nuestra libertad, Jesucristo sudó sangre; san Máximo padeció destierro y tortura. Sin embargo, su teología fue confirmada por el III Concilio de Constantinopla y él fue venerado como santo poco tiempo después de su muerte. ¡Sal de la tierra y luz del mundo!

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «[Cristo, en Getsemaní], se reveló como quien desea nuestra salvación según las dos naturalezas de que estaba constituida su Persona. Por un lado, consentía en nuestra salvación juntamente con el Padre y el Espíritu Santo. Por otro, ‘haciéndose —por nuestra salvación— obediente hasta la muerte y muerte de cruz’» (San Máximo el Confesor)

  • «San Máximo afirma con gran decisión: la Sagrada Escritura no nos muestra a un hombre amputado, sin voluntad, sino a un verdadero hombre, a un hombre completo: Dios, en Jesucristo, asumió realmente la totalidad del ser humano —obviamente, excepto el pecado—; por tanto, también una voluntad humana» (Benedicto XVI)

  • «El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso ‘ser como Dios’ (cf. Gn 3,5), pero ‘sin Dios, antes que Dios y no según Dios’ (San Máximo Confesor)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 398)