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Jesús en los Misterios del Rosario
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Misterios de Gloria
- La Ascensión
En el Huerto de los Olivos, por así decir, empezó el “despojo” de Jesucristo: en Él, Dios “escondió” su divinidad (en realidad la mantuvo “velada” desde su nacimiento). Así quiso entregar su vida, aunque todos esperaban otro tipo de “triunfo”…
Pero ahora —con toda justicia— Jesús-Resucitado “recupera” sus prerrogativas divinas: ¡eso es la Ascensión! Su lugar es, sobre todo, el Cielo: ahí es “elevado” el Cristo entero, con su Cuerpo resucitado (y marcado para siempre con las heridas de la pasión, como señales de su amor por los hombres). (Ampliación: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra»).
¡He ahí un nuevo motivo de esperanza! ¡La Ascensión del Señor es nuestra elevación! ¡Nunca la Tierra había estado tan cerca del Cielo! Para Santa María este misterio de gloria fue un gozo pero también supuso una nueva renuncia… De nuevo “se quedó en tierra” (¡nunca mejor dicho!).
1º) «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, vuestro Padre; a mi Dios, vuestro Dios’» (Jn 20,17). Palabras preciosas de Jesús-Resucitado a María Magdalena. En adelante no le podremos “retener” pero sí “tener” (más que nunca): su Padre es nuestro Padre (filiación divina), le podremos comer (Eucaristía) y es Él quien a nosotros nos va a “tener” (por la inhabitación del Espíritu Santo). Dios está con nosotros, pero no como antes… «En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios» (Benedicto XVI) (Ampliación: «El Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios»).
2º) «Mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo» (Lc 24,51). Si los discípulos pudieron verle “elevándose” es porque le veían corporalmente. Es el Cristo entero quien es asumido en la gloria celestial. Expresado radicalmente: es la primera vez que un cuerpo humano entra en el Cielo. ¡Por ahí va nuestro camino! Desde luego, los cristianos —conociendo estos misterios— somos unos privilegiados (Ampliación: Desde su Ascensión, Cristo es accesible y cercano a partir del Padre).
3º) «Fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos» (Hch 1,9). La nube que lo ocultó significa que Jesucristo es “asumido” (recibido) en el cielo y exaltado a la diestra de Dios Padre. Eso es parte del ciclo pascual: pasión-muerte-resurrección-ascensión-glorificación (reconocimiento de los méritos y manifestación de la gloria oculta). Si no le vemos no es porque no está, sino porque vive un estado superior al nuestro: ¡el Cielo!, ¡la casa del Padre! (Ampliación: Jesús, junto al Padre, siempre nos ve y nos oye).
4º) «Entonces se volvieron a Jerusalén con gran alegría» (Lc 24,52). ¡Paradoja!: le dejan de ver y están muy contentos… El hecho es que, al dejarle de ver, no tuvieron la sensación de que Jesús se marchara muy lejos (Ampliación: En la Ascensión de Jesús, su “irse” es un “venir”, un nuevo modo de cercanía). Es —más bien— todo lo contrario, pues Jesucristo los envía a la misión y los acompaña en esta misión: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio» (Mc 16,15) y «yo estaré con vosotros día tras día hasta la consumación del mundo» (Mt 28,20). Una realidad que a nosotros también nos alcanza: ¡nos envía y nos acompaña!
5º) «Todos perseveraban unánimes en la oración (…) con María, la Madre de Jesús» (Hch 1,14). A lo largo de su vida, María tuvo que “despedirse” de su Hijo en diversas ocasiones (cuando se marchó de casa, cuando entregó su vida en la Cruz…). Esta vez con alegría pero también con nostalgia, que nosotros tratamos de compensar con nuestro afecto hacia nuestra Madre, puesto que Ella se ha quedado para acompañar los primeros pasos de la Iglesia naciente de Jesús (Ampliación: Misión de la Iglesia después de la Ascensión).