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Estimado/a amigo/a:

“Temas evangeli.net” está tratando algunos aspectos de la vida de Jesucristo en los Misterios del Rosario. Hasta el momento, hemos tratado tres Misterios de la Luz: “El bautismo del Señor en el río Jordán” (clica aquí); “La auto-revelación de Cristo en las bodas de Caná” (clica aquí) y “El anuncio del Reino invitando a la conversión” (1ª parte: clica aquí; 2ª parte: clica aquí).

 

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Interrumpimos dicha serie para introducir los Misterios de Gozo durante Adviento-Navidad. El 1º es “La Anunciación”:

 

1º) «Fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a (…) María» (Lc 1,26.27). En los Misterios de Gozo la figura de la Virgen María aparece como muy en primer plano. Sin embargo, el protagonista siempre es Jesucristo (ampliación: clica aquí), el «Hijo de Dios» (Lc 1,35), cuyo Reino —como heredero del trono de David— no tendrá fin (cf. Lc 1,32-33). De hecho, este misterio —el “Anuncio del ángel a María”— es, sobre todo, el misterio de “La Encarnación del Hijo de Dios”. Nuestra tarea es, precisamente, ponernos en el lugar de la Virgen y contemplar a Jesús a través de los ojos de María (allí donde llega María se hace presente Jesús: clica aquí).

 

2º) «Dios te salve» (Lc 1,28). El saludo inicial del arcángel es del todo sintomático. Lo habitual entre judíos era saludarse deseando la paz: “Shalom”. Traducido literalmente, san Gabriel le dijo a María: “¡Alégrate!”, lo cual era más bien típico de la cultura griega. Pero no se trata de una cuestión de culturas, sino del Evangelio: la Buena Nueva. El sello del Nuevo Testamento es la alegría; el sello del cristiano auténtico es el gozo (para ampliar, clica aquí). Cristo, en la Cruz, nos redime con alegría, manifestada en una actitud de paz y misericordia en medio del dolor más desolador. Con toda exactitud, santa Teresa de Jesús sentenció: «Un santo triste es un triste santo».

 

3º) «Llena de gracia, el Señor es contigo» (Lc 1,28). La alegría tiene su profunda razón de ser: la cercanía de Dios; el Emmanuel es “el Dios-está-aquí, con nosotros”. Dicha cercanía comporta una abundancia de Gracia —ayuda divina— como nunca se había visto. Por esto, en las bodas de Caná, Jesús transformó en vino (¡de la mejor calidad!) una cantidad ingente de agua. La abundancia es otro de los signos mesiánicos (para ampliar, clica aquí ).

 

4º) «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Dios-Hijo se encarna a través del “SÍ” de María (un acto de fe vivido en obediencia: clica aquí; clica aquí. He aquí el “método” de la Redención: la obediencia. Cristo en su Cruz sufre, pero sobre todo, obedece. ¿A quién? ¡A Dios-Padre! («No se haga mi voluntad sino la tuya»: Lc 22,42) (clica aquí). En el mundo vemos muchos esfuerzos y trabajos, pero no todo esfuerzo ni todo trabajo salvan al hombre, sino sólo el que se hace en obediencia y amor a Dios. «La obediencia es el mejor sacrificio» (1Sam 15,22; cf. también Heb 10) (para ampliar, clica aquí).

 

5º) «Desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David» (Lc 1,27). San José es —junto a su Esposa— el mejor ejemplo de obediencia a la Voluntad de Dios (ampliación: clica aquí). De José no conocemos ni una palabra, pero sí hechos que no necesitan palabras: «Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado» (Mt 1,24) (la finura de José para percibir lo divino: clica aquí). Cuando fue necesario —para defender a su familia— fue por delante, pero sin hacer sombra al misterio de la Encarnación: es Dios mismo quien ha engendrado a Jesús en el vientre de María. «(…) Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo» (Mt 1,16): es decir, san José aparece sólo lo necesario para introducir a Jesús en la Casa de David y, a la vez, desaparece todo lo necesario para no oscurecer la paternidad divina de Jesús: ¡su padre es directamente Dios! (para ampliar, clica aquí).

 

Antoni Carol i Hostench, pbro.

(Coordinador General de evangeli.net)

 

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